sábado, 22 de julio de 2017

A thousand kisses deep



Él:
Tan sólo fue una mirada lo que hizo falta para que captara mi atención, sentado en aquella terraza se enfrió mi café solo, como yo, de tanto contemplarla. Se movía entre las mesas como bailando, siempre con una sonrisa, parecía que nada pudiera perturbar a aquella chica y yo no pude evitar enamorarme. Así que fui allí cada día, solo con verla ya me podía hacer feliz, no podría intentar nada, ella era tan joven y yo tan viejo... Pero me llenaba de ilusión, valía la pena vivir un día más si era para ver la felicidad en sus ojos, aunque eso no evitase que siguiese en soledad. Me sorprendía a mí mismo poniéndome celoso si se paraba a hablar a cualquier chico, pero nada podía hacer, salvo rezar para reunir el valor necesario para intentar siquiera decir una palabra en su presencia. Me siento estúpido, tan viejo, y sin embargo, actúo como un adolescente que aún no ha vivido nada y le preocupa fracasar. Así que me decidí a actuar, no disponía de mucho tiempo pues mi vida se iba consumiendo y evaporando como agua al fuego.
El día que la cafetería estuvo más vacía le hice un gesto para que viniera hacia mí, sin rodeos le dije que creía sentir algo por ella, que si estaba disponible quisiera tratar de conocerla y que si no quería nada lo comprendía, era demasiado mayor para ella y no volvería por allí a molestarla. Para mi sorpresa no solo accedió, si no que me pidió que fuera a buscarla cuando terminase de trabajar.

                                                                  
☺☻☺

Ella:
Creo que no podría ser más feliz, hoy, por fin después de tanto tiempo de verle todos los días, el señor solitario me ha hablado. Pensé que sólo serían imaginaciones de una joven ilusa como yo, pero no, había algo entre nosotros que nos unía, que secretamente nos atrajo el uno hacia el otro, a pesar de nuestras grandes diferencias, parece que estamos condenados a estar juntos. Creer en el amor a veces tiene una gran recompensa y el destino decide sorprenderte con cosas como esta. Es muy triste que a veces, por falta de valor dejemos escapar oportunidades y la felicidad se nos escapa entre las manos. ¿Por qué esperar a mañana si le puedes decir hoy al amor de tu vida lo que sientes? A lo mejor mañana ya no está y podrías lamentarlo.




Al día siguiente, el señor murió.

martes, 7 de mayo de 2013

Camino hacia la libertad

¿Conoces esa horrible sensación de querer escribir y no poder? Yo no la soporto. Me atormenta a cada momento, fluyen un montón de ideas de forma constante y al hallarte ante el folio en blanco se esfuman. Es frustrante cuanto menos. Te concentras y nada, da todo igual, a mayor concentración, mayor dolor de cabeza. ¿Cómo es posible? Hace un momento la inspiración estaba ahí y sin avisar decide irse, ¡maldita bastarda! ¿Quién se ha creído que es? No sabe con quién se ha metido, no me voy a rendir tan fácilmente sólo porque ese ser caprichoso haya decidido abandonarme. Me basto y me sobro, no la necesito.
(Un rato más tarde).
Vale, me rindo, te quiero de vuelta, haré lo que sea. Aunque si quieres abandonarme, lo comprendo, pero por favor, ¡devuélveme mis ideas! Después de eso, eres libre de marcharte...
Nada, la muy perra es así, prefiere venir en el peor momento, cuando no pueda escribir, precisamente en ese instante decidirá volver, si es que ya me la conozco, siempre me hace lo mismo.
Efectivamente, no me equivocaba, vino cuando estaba en la ducha. Así que tan pronto como me fue posible salí del agua para apuntar las ideas en un papel, no iba a correr el riesgo de que se esfumasen. Después me pareció conveniente vestirme, aunque no me esmeré mucho, un tanga y una camiseta larga, ventajas de vivir sola, no le causas daño visual a nadie con la desnudez de tu cuerpo.
Acto seguido creía que el texto fluiría sólo, pero no fue así, para mi desgracia. Tuve que hacer uso de mi fuerza de voluntad, una vez que te pones, las palabras fluyen solas, pero requería un poco de esfuerzo. Aunque mi orgullo diga que sí, en realidad no podía sola. Recurrí a la música, escuchar Metallica siempre me ayuda en cualquier momento, empecé con “Wasting my hate” pero la pantalla de mi ordenador permanecía con un blanco inmaculado, que comenzaba a resultar ofensivo. No quería hacerlo, pero no me quedó más remedio que llamarle, aunque no me agradaba la idea, pensé que me resultaría útil: Jack. Es más conocido como Jack Daniels, el único hombre que dejaba entrar en mi cuerpo, mi amor por el whiskey era superior a cualquier otra cosa, ojo, no confundir con alcoholismo, sé perfectamente lo que hago.
Tras beberme media botella el folio seguía vacío, lo único que había cambiado es que ahora estaba borracha. Definitivamente, soy un desastre. Consideré que había llegado el momento de desistir, la escritura no era lo mío, escribir por obligación no es placentero, lo mejor sería que no me presentase al concurso de relatos cortos. Seguí bebiendo, resistiéndome frente a la desesperanza, aún esperaba un milagro, fue entonces cuando sonó el timbre. Miré el reloj extrañada, ¿quién en su sano juicio aparece de visita a las 3 de la madrugada en casa de alguien?
Torpemente me encaminé hacia la puerta, no pude evitar sonreír al ver quién se encontraba al otro lado. Desde luego, a nadie en su sano juicio se le ocurriría, sólo Sam podría hacerlo y además, traerme otra botella de whiskey, me conocía demasiado bien.
  • A juzgar por tu aspecto, doy por hecho que tu relato no avanza mucho, ¿no? - me dijo nada más entrar en mi casa.
  • A juzgar por el tuyo, creo que has venido en condición de musa – aventuré tras mirarla de pies a cabeza.
Venía vestida con una gabardina negra que dejaba ver sus piernas cubiertas por unas medias negras, de encaje, hasta el muslo, bien sabía que debajo sólo llevaría su ropa interior, nada más. Poco a poco, se iba desatando la gabardina, primero el cinturón y luego botón a botón, lentamente, yo no podía apartar la vista de ella. Mientras, mi cabeza viajó al momento en el que la conocí, hace ya tres años de aquello.

Una noche de viernes en un bar cualquiera, estaba con mis amigas de fiesta bailando cuando algo, o mejor dicho, alguien, llamó su atención. Ellas que se habían preparado para conquistar a todos los hombres del lugar se vieron eclipsadas por una flamante pelirroja que estaba sola bailando en el centro de la pista, todos los ojos pendientes de ella y algunos hombres que trataban de acercarse eran descaradamente ignorados. Mis amigas, sin conocerla de nada, se pusieron a criticarla. Yo no pude participar en la conversación. Nunca me había replanteado mi sexualidad, por ser mujer me gustaban los hombres, punto, no tenía más misterio la cuestión. Pero esa noche, esa chica... ¿Por qué me sentía tan atraída?
Volví en mí cuando me preguntaron directamente, qué pensaba sobre ella. Al no seguirles el juego me dejaron de hablar, ahí es cuando me di cuenta de con qué tipo de gente estaba. En cuanto la chica fue al baño, no dudé en ir detrás. Se metió en un váter y la puerta no cerraba así que se la sujeté.
  • Gracias – me dijo al salir- esto es lo malo de salir sola de fiesta, nadie te sujeta la puerta.
  • ¿Has salido sola? - me fascinaba, yo no sería capaz.
  • ¡Claro! Hay que darle al cuerpo lo que te pida, si quiere salir y no hay nadie disponible, pues no queda de otra.
  • ¿No te has dado cuenta de que tenías a todos pendientes de ti? Podrías estar con cualquier hombre de ahí fuera.
  • ¿Y qué te hace pensar que quiero un hombre en mi vida? - me preguntó alzando una ceja.
En ese preciso instante creo que es cuando me enamoré de ella. La miré, sin poder responderla, analizando su expresión, me debatía mentalmente entre lo que siempre había pensado y lo que sentía en ese momento. Al no obtener respuesta por mi parte se disponía a marchar cuando me dijo una última frase:
  • Recuerda, haz lo que te pida el cuerpo.
Era ahora o nunca, me tenía que arriesgar. Detuve la puerta para que no saliera, estaba muy cerca de mí, demasiado, sus ojos penetraron hasta mi alma y su sonrisa me tenía totalmente hechizada. Haz lo que te pida el cuerpo, recordé. Me acerqué aún más a ella, pero seguía impasible. Me replanteé el hecho de haber entendido algo mal o simplemente, que yo no le resultase atractiva. Entonces, como si me hubiera leído la mente:
  • Tú también me atraes.
Y para mi sorpresa, me besó, intensamente, como nunca nadie lo había hecho. La fogosidad que desprendíamos podía hacer arder todo el local, mientras mis manos inexpertas recorrían por primera vez un cuerpo femenino. Desde aquel momento, ella es mía y yo le pertenezco a ella. Evidentemente, en contra de todo el mundo, tan lleno de prejuicios, nadie lo entendía.

Y tres años después de aquel momento aquí sigo con ella, ¿cómo no iba a estarlo? No era alguien para dejar escapar así como así, aunque había sido difícil, finalmente la relación va como la seda.
Se acercó a la mesa, cogió un vaso y se sirvió whiskey, me acercó la botella y brindamos. Teniéndola a ella no necesitaba la bebida así que lo dejé y comencé a besarla, lentamente, desde su boca y fui descendiendo. Llevaba una lencería preciosa, lamentablemente no le duró mucho puesta, salvo las medias que se las dejé, eran mi perdición y ella lo sabía, me sonreía maliciosamente mientras me quitaba la camiseta para dejarme únicamente con el tanga. Estábamos tiradas en el sofá y cuando me fui a incorporar para ir a por el aceite para masajes me empujó contra el sofá, cogió la botella de whiskey y me lo derramó por el pecho y el abdomen, para lamerlo a continuación. No me moví, cuando quería podía ser muy persuasiva. Tras esta escena ya me dejó levantarme y la llené de aceite para darle un masaje, muy cuidadoso, sabía cómo le gustaba y qué zonas debía tocar. Lo terminé con besos por la espalda hasta su nuca y fue ahí cuando enloqueció. Me empezó a tocar de forma desenfrenada, mientras me besaba, me mordía y me acariciaba con la otra mano por el resto del cuerpo, centrándose en mi pecho. Ahora la que perdía la cabeza era yo, terminé con la cabeza entre sus piernas, haciéndola gemir. Luego me devolvió el favor y bueno, seguimos con nuestros juegos durante horas, hasta terminar agotadas tiradas en el suelo, abrazadas.
Ella se levantó en busca de su Marlboro, como le veía las intenciones le dije que se fuera de casa, al jardín, que no quería sus malos humos y ese apestoso olor en mi casa. Accedió gustosamente, pero salía tal cual estaba, sin ponerse nada y me puse celosa de que algún trasnochador o madrugador, según se viera, pudiera contemplarla. Salí tras ella.
  • ¿Por qué vienes? ¿No es que no te gusta mi olor? - me dijo coqueta.
  • Ya sabes que tu olor me encanta, pero ese no precisamente...
Le quité la cajetilla y se la tiré al jardín, mientras la llevaba de la mano hacia la piscina. Así al menos no se la vería tanto. Era tan bella como una sirena nadando, en los descansos me hablaba:
  • Si quieres mi consejo sobre por qué estás bloqueada para escribir, en mi opinión creo que te falta decisión. Deberías ser más descarada, no reprimirte tanto por lo que puedan pensar los demás acerca de tus escritos, si no les gusta, pues mala suerte, no pierdes nada. Pero por favor, nunca dejes de ser tú misma.
Comprendí que tenía razón, siempre la tiene. No sé que haría sin ella, es mi diosa particular, mi todo. Antes de conocerla, odiaba que me tocasen, pero después entendí que necesitaba calor humano, no tenía que cerrarme ante el mundo.
Salí del agua y cogí una toalla para envolverme, me sequé bien las manos y me situé de nuevo frente a la hoja en blanco. Sam vino a sentarse en mi regazo y tras su beso, al fin, empecé a escribir:
¿Conoces esa horrible sensación de querer escribir y no poder? Yo no la soporto.

martes, 14 de agosto de 2012

La Maga


Delicadamente coge la copa, llena de elixir de vida, moja sus labios en ella, sonríe a quien tiene delante y pasa la lengua humedeciendo sus labios, sensualmente.
  • ¿Qué es exactamente lo que quieres?
  • ¡Qué me ayudes! Lo necesito.
  • Bien, veremos qué se puede hacer contigo. Aunque noto un alto grado de desesperación en ti, será difícil.
  • Por favor... - llora.
  • Así vas mal, muy mal...
Ella se levanta de la mesa y le abandona. Él tira unos billetes para pagar la cuenta y sale corriendo, no puede perderla, es su única salvación.

***

Empezó como un juego, una simple ayuda a sus amigos. De la noche a la mañana se corrió la voz y acabaron llamándola “La Maga”. Valeria no tenía ni idea al principio de que aquello se acabaría convirtiendo en su gran negocio. Acudían pocas chicas a ella, básicamente hacía favores a los hombres a cambio de dinero, no, no era prostituta, era un ángel.
Una llamada de teléfono, concertaba una cita. Sabían de ella de oídas, lo que se comentaba por la calle, le decían. Pero era mentira, algún amigo de aquél chico había acudido a ella previamente. De primeras, se mostraban reacios a contar nada, pues ella rogaba mantener el secreto. Una simple táctica comercial, dile a alguien que bajo ninguna circunstancia cuente algo y no podrá callarse, salvo excepciones. Finalmente, no podían aguantar la presión y confesaban. Así formó una amplia clientela en poco tiempo.
Su labor consistía en hacerles recuperar la confianza en sí mismos, con métodos poco ortodoxos. Bien sabido es que a coser se aprende cosiendo, y así con todo. La práctica es la clave. ¿Quieres saber ligar? Ligando, no sin calabazas, pero va en el pack. ¿Ser buen amante? Bueno, pues ya sabes...
Valeria no estaba a salvo de los idiotas que fingían necesitar su ayuda cuando lo único que querían era utilizarla cual mujer de la calle. Pero había aprendido, los sabía detectar. Por eso, antes de llevarlos a su casa los obligaba a tener una cita, en un bar que fuese bastante concurrido para evitar problemas. Sólo con eso ya podía saber ante quién estaba, sabía reconocer a la gente con sólo cinco minutos que hablasen con ella.
A simple vista, podía parecer ardua su labor, aunque no se puede generalizar, hay normas básicas que sirven para todo el mundo. Cierto es que con las chicas lo tenía más sencillo, ya que ella era mujer conocía cómo debilitar al oponente. En el caso contrario podía ser más complicado ya que las mujeres son todo un mundo, muy retorcidas. Pero la verdad, el quid de la cuestión no estaba en cómo era la presa a cazar, si no la falta de confianza que residía en ellos. No se necesita ser guapo, sólo tener confianza en uno mismo, es la forma de llegar lejos.

***

Enrique, casi sin aire, consigue llegar hasta ella.
  • Primera norma, no seas desesperado. Y si no puedes evitarlo, al menos, no lo muestres. No hay cosa que más canse a una mujer.
Abre el portal y se dirigen hacia el ascensor. Pulsa el botón. Él contempla el delicado dedo que termina con una perfecta manicura francesa.
  • ¿Tienes novio?
  • Segunda norma, conmigo ni lo intentes. Bueno, no es una regla en sí, simplemente un consejo si de verdad quieres que te ayude.
Suben hasta la cuarta planta. Entra en su piso y desconecta la alarma. Le invita a pasar. Se dirigen al salón, ambientado como un bar. Se sientan en un sofá.
  • Bien, ahora me vas a mostrar cómo actúas. Te irás a la barra y vendrás hacia mí. ¿Cómo ligas?
Él obedece cual perro. Se sienta en un taburete, la mira y sonríe. Se dirige hacia ella.
  • ¿Puedo invitarte a una copa?
  • No.
  • ¡¿No?! ¿No se supone que tienes que ser receptiva?
  • En absoluto, sabes que puedes ser rechazado. Pero la cuestión no es esa. No debes ser tan obvio. Cuando un chico invita a una chica a una copa es porque espera una recompensa por ello. Ellas lo saben y el hecho de que acepten no quiere decir que te vayan a corresponder, simplemente tienen una copa gratis. Nada de tópicos, puedes hacerlo mejor.
  • Perdona, ehm... Tienes, no. Querrías... No, lo siento, no me sale.
  • Tienes que ser original, sorpréndela con algo que no la hayan dicho nunca, o que haya oído siempre, pero de otra manera. ¡Originalidad!
  • Mi físico no ayuda a que me miren siquiera.
  • Olvídate de eso. Es irrelevante. Bueno, a ver, también influye, pero con otros detalles más importantes puedes conquistarlas. Sé simpático, sonríe, que no sé dé cuenta de tus intenciones, que parezca que de verdad estás interesado en ella, debe creer que quieres conocerla. Piensa sobre ello y nos vemos mañana.
Sorprendido la paga. ¿De verdad eso le va a servir? ¿Ya está? Bueno, si ha dicho que se ven mañana será porque falta algo.


Tras marcharse él llega una chica. No tiene inconveniente en invitarlas directamente, son distintas. Principalmente, no se sienten atraídas por ella. Un único consejo es suficiente, son más hábiles.
“Necesitas mentalizarte de quién eres, de tus posibilidades. Saca partido a lo que tienes, resalta tus rasgos, lúcete. Tienes que salir a comerte el mundo, pero también ser consciente de que si no consigues lo que quieres no pasa nada. Lo que cuenta es disfrutar, pasarlo bien, al fin y al cabo, la conquista no es más que un juego. La desesperación pueden olerla y no les gusta, a no ser que estén demasiado borrachos y no distingan o se encuentren en la misma situación. Pero tú no quieres eso, hazte valer y no te conformes con cualquier cosa. Trata de llamar su atención con miradas discretas, sonrisas tímidas, finge indiferencia. Lo mejor para que vaya detrás tuyo un chico es pasar de él, te seguirá si le interesas, te buscará. Deja que se crea que es él quien te ha conquistado, les sube el ego, se esforzarán en llamar tu atención. Recuerda, no te conformes con lo primero que venga, lucha hasta que consigas lo que realmente quieres. No tengas miedo a quedarte sola, no son imprescindibles.”


Al día siguiente, vuelve Enrique. Un poco temeroso, no sabe si lo hará bien. Pero Valeria se muestra receptiva, le felicita por su avance y sus logros. Le da otro consejo: no utilices siempre la misma frase si ves que te funciona, puedes dar con chicas que se conozcan y quedarás como un idiota. Recuerda que debes ser original, saca ideas de dónde sea. Con confianza cualquier cosa te puede servir, sólo cree en ti. Ahora, sedúceme. No nos conocemos y te acercas. ¿Qué me dices?
  • Te propongo un juego, he traído un dado. Dependiendo del número que salga, tendrás que hacer una cosa por mí.
  • ¿Y eso por qué?
  • Porque así se alegra un poco la noche. Estás sentada sola, tus amigas te han dejado aburrirte aquí...
  • No, no puedes criticar a sus amigas, evita eso. Venga, de nuevo.
  • Porque así podemos divertirnos un rato, es algo inocente. - Sonríe.
  • Bien, no está mal. Me tienes intrigada. ¿En qué consiste el juego?
  • Depende del número que salga. Cada uno es una acción. - Lanza el dado.
  • Tres. ¿Qué significa?
  • Me debes una sonrisa.
  • Bien hecho, consigues una sonrisa real, no necesito fingirla. Has establecido buen contacto, consigues llamar la atención y despertar el deseo de seguir jugando.
Tras ello, Enrique está listo para pasar a la penúltima fase. Ella le aconseja en las artes amatorias, desde besos y caricias hasta posturas. Por supuesto, todo es práctica.
Finalmente toca llegar al último punto. Ahora que ya sabe cómo hacer que una mujer tenga un orgasmo sólo necesita un empujón. Le da unas pastillas que tiene que tomar antes de salir de fiesta, le garantizan la noche de éxito. Que vuelva después del fin de semana.
El lunes acude maravillado donde ella, pidiéndole más pastillas, loco con el triunfo de las noches pasadas.
  • De verdad que funcionan, quiero comprarte más.
  • No las necesitas.
  • Sí, sin ellas no podré lograrlo.
  • Claro que sí. En realidad sólo son placebo, te daban seguridad en ti mismo. Estabas convencido de que en la cápsula se encerraba el afrodisíaco para ligar. Gracias a que creías que con ellas lo lograrías...
  • No puede ser - la interrumpe.
Ella le muestra la caja de caramelos donde están las píldoras. Él se queda estupefacto. Lo ha conseguido, él que no era digno de ser mirado, ahora tiene que organizar citas para cumplir con todas.


Valeria está satisfecha con su trabajo. Pocos son los que regresan si no es para darla las gracias, todos alcanzan sus metas. Sin embargo, hay un caso que no pudo resolver. ¿Quién la ayuda a ella?

martes, 29 de mayo de 2012

Más allá de lo físico


María y Sofía estaban sentadas en el banco de un parque, poniéndose al día con su vida mientras puntuaban a los chicos que pasaban por delante. Para su desgracia tenían un gusto muy parecido así que se los tenían que repartir para no acabar peleadas.
Después de un rato sin pasar nadie Sofía vio un 10, algo espectacular y poco común. Un chico de 1'80 más o menos, con un cuerpo bien proporcionado (se notaba que era de gimnasio y si no, sabía cómo cuidarse) una musculatura nada exagerada. Rubio, con el pelo cortado al 2, una barba de pocos días, la nariz como la de Miguel Ángel Silvestre y unos llamativos ojos verdes.
Perdió toda la capacidad del disimulo y se quedó mirando descaradamente, aunque él ni se giró a verlas, iba concentrado en su camino. María dirigió su mirada en la misma dirección que Sofía, después de que ésta murmurara “10” pero no vio nada.
  • ¿Dónde ves un diez?
  • Habla más bajo, que te va oír, está delante nuestro, ¿estás cegata?
  • El sol te está afectando, ya hasta tienes alucinaciones, ya me parecía a mí que por estos lares no hay dieces...
Pero Sofía estaba segura de que no era fruto de su imaginación, así que propuso ir a dar un paseo para que su amiga pudiera comprobar que no alucinaba. Fue tras él, bueno, en la misma dirección ya que caminaba deprisa y había desaparecido de su vista por un momento. No tardó en verlo de nuevo, pero esperó a estar cerca para avisar a María.
Llegaron a un antiguo colegio que ahora era un parking, si no se daba prisa, lo más probable es que se marchara en algún coche y ya no lo volviera a ver más. Nada más entrar ya se habían acercado lo suficiente, pero la amiga seguía sin verle así que Sofía se sintió muy confusa. María, aprovechando que estaban allí se fue al baño, mientras la otra fue tras el chico. Lo que pasó fue muy extraño, el joven llegó a una columna donde estaba la caja del extintor, apoyó la cabeza y desapareció. Sofía no salía de su asombro, ¿había sido una alucinación? Volvía donde su amiga cuando lo vio de nuevo, salió de detrás de otra columna y esta vez fijó su mirada en ella.
  • No cuentes lo que has visto.
Y se esfumó, visto y no visto. Asustada, entró al baño.
  • María, ¿estamos solas? Tengo que contarte algo.
Su amiga tiró de la cadena y salió.
  • Sí, ¿qué pasa?
En ese momento de la puerta contigua salió él, se llevó el dedo a los labios pidiendo que guardara silencio. Sofía miró a su amiga y comprobó que era cierto, no podía verle.
  • ¿Tú crees en los fantasmas?
  • No. Aún así es un tema que me da respeto.
  • Vale, y en el supuesto caso de que existieran (él estaba sonriendo), ¿crees que son de las personas que están muertas? Sabes, eso de que siguen aquí porque tienen algún asunto que resolver. ¿O pueden ser de personas que siguen vivas pero se hallan en estado grave?
  • Pues no lo sé, pero eso último es muy raro, ¿cómo alguien que está vivo puede ser a la vez un fantasma?
  • Es que, hace tiempo me ví una serie en la que salía una pareja que tras recibir varios disparos estaban inconscientes en el hospital, pero seguían con vida y podían hablarse entre ellos y estar al mismo tiempo en el mundo “real” y ver a sus familiares, pero a ellos no podían verlos ni oírlos.
  • Sofía, es una serie, ¿no distingues entre realidad y ficción? ¿Te drogas? Porque entre esto y el chico que viste antes...
Sofía miró hacia él, que seguía allí con ellas. María se giró, pero seguía sin notar su presencia.
  • Bueno, yo me voy ya a casa, que es tarde. Tú deberías hacer lo mismo y dormir un rato, que me parece que no te encuentras nada bien.

Se despidieron a la salida del parking. Cada una iba en dirección opuesta. Sofía regresaba al parque y el chico fue tras ella. Se situó a su derecha, pasó el brazo por encima de los hombros de ella y la acarició desde la mejilla hasta la barbilla.
  • Buena chica, por un momento temí que se lo contaras, pero aún así ya ves que no te creería, así que no importa.
La reacción lógica sería salir corriendo, pero Sofía no lo hizo. Se sentía relajada, a pesar de lo extraño de la situación, si de verdad sólo formaba parte de su imaginación nada malo podría pasarla.
  • No entiendo nada.
  • Vayamos por partes, así que piensas que soy un fantasma, que de verdad existo vivo o muerto.
  • O que sólo eres fruto de mi mente.
  • Me temo que no.
Se deshizo del brazo de él y lo miró asustada. Se negaba a creer que aquello estuviese pasando de verdad, si era un sueño, quería despertarse ya.
  • Si de verdad eres un fantasma...
  • Lo soy – la interrumpió él.
  • ¿Por qué sólo puedo verte y oírte yo?
  • Vaya, pensé que me preguntarías primero otra cosa.
  • ¿El qué?
  • ¿No quieres saber si estoy vivo o muerto?
Un escalofrío recorrió su espalda, asintió levemente, temerosa de la respuesta.
  • Sigo vivo, aunque no sé por cuanto tiempo.
Una parte de ella se alegró, sería una pena que un chico así despareciera tan joven y otra parte sintió curiosidad, ¿qué le ocurría?

Por suerte, no había nadie más en el parque, pero ella decidió que lo mejor sería ir a su casa, ya que si alguien la veía pensaría que iba hablando consigo misma. Afortunadamente, vivía sola. Se sentaron en la cama y estuvieron conversando durante horas. Así ella supo que el chico se llamaba Ramón, que se hallaba en un hospital con la vida pendiente de un hilo porque necesitaba urgentemente un trasplante de riñón, ya que tras un accidente que tuvo perdió uno de ellos y el otro no resistiría mucho más. También le contó muchas cosas de sí mismo pero aún faltaba un detalle que a ella le inquietaba.
  • Te falta responderme a una pregunta, ¿por qué sólo puedo verte y oírte yo?
  • Verás, eso es muy complicado, ¿crees en el destino?
  • Por supuesto.
  • Tú y yo, a pesar de que todavía no nos conocíamos, estábamos predestinados a estar juntos y no podía morirme sin conocerte.
Se produjo un largo silencio en el que ella trataba de asimilar todo lo ocurrido. Respiró hondo.
  • ¿Cómo puedes saber eso?
  • Cuando desperté en este estado lo supe, para mi sorpresa, no me resultó difícil encontrarte. Estoy ingresado en el hospital en el que tú trabajas de enfermera y tu amiga es mi médica.

Decidió comprobar hasta que punto era real todo lo ocurrido y llamó a María para preguntarla disimuladamente, para que no notase nada raro, por Ramón. Su cara era de absoluta estupefacción cuando quedó demostrado que era verdad.
A modo de favor y con la promesa de que algún día se lo explicaría consiguió que la médica la hiciera las pruebas para ver si su órgano sería compatible con el de Ramón. Finalmente, y tras un largo proceso de recuperación todo salió a la perfección.

Cuando Ramón abrió los ojos en el hospital lo primero que vio fue la cara sonriente de Sofía y el calor de su mano cogida a la suya. Una mirada de complicidad que sólo ellos podían entender lo explicaba todo. Con el electrocardiógrafo a modo de banda sonora él la dijo sus primeras palabras salidas de su auténtico cuerpo:
  • Unidos para siempre, porque nuestro amor va más allá de lo físico.

lunes, 23 de abril de 2012

Little savage mad


Contemplo su fotografía, tratando de descubrir qué esconde tras esa sonrisa, quisiera llegar hasta sus pensamientos, pero no puedo. Estoy tan lejos de ella... Sólo puedo observarla y envidiarla en la distancia. ¿Quién es esa joven tan risueña?
Sus ojos tienen un brillo especial que te hacen preguntarte si la sonrisa está dedicada a la cámara o a quien está tras ella... Nunca lo sabremos. Sólo podemos contemplarla en pleno éxtasis de felicidad, atusándose un mechón de pelo y regalando al fotógrafo una amplia sonrisa auténtica, nada forzada, que quedó grabada para la posteridad.
Sólo con verla se puede recuperar el inmortalizado momento, sentir esa alegría de vivir, la cual me tiene abandonada en estos momentos, pero con ella consigo recuperarla. Es posible ser feliz.
Vuelvo a creer en algo, siento que puedo lograr las cosas, ojalá vuelva a mí esa pequeña salvaje loca.

jueves, 5 de abril de 2012

La cita

Mientras contemplo el lluvioso cielo ramaliego y escucho The Beatles, no puedo evitar pensar al más puro estilo Carrie Bradshaw en la cita que tendré, no en la ciudad, si no con la ciudad. Por supuesto, no me refiero a Nueva York, me refiero a Santander. ¡Cuánto la echo de menos!
Hay tantas cosas por hacer allí... Un paseo por el cercano centro comercial, comenzar la ruta en El Empalme y de allí, ir hacia Peñacastillo, recorrer aquello. Dar la vuelta y llegar hasta el Alisal, estar en el peculiar parque encima de una rotonda. Tal vez, seguir por Cazoña, hasta la rotonda de los Osos...

Aunque también se podría haber bajado por Gerardo Diego e ir hasta el parque de la Vaca, a tomar el sol, escuchar música, leer o mejor aún, escribir. Mientras contemplas el tren pasar o a los niños (y no tan niños) jugar con su skate.

Continuar hasta Valdecilla sur para ir al parque de la Marga, no recomendable ir de noche, a no ser que seas drogadicto... Continuar por la calle Castilla, el barrio Pesquero (ni se te ocurra decir muy alto que apesta, al menos en esa zona). Visitar el Archivo Provincial, túnel sin retorno, ni te enteras del transcurrir del tiempo allí dentro.

Bueno, desde el parque, en vez de bajar por Valdecilla, se puede continuar hasta Cuatro Caminos, dirección San Fernando, estar en el parque o ir al otro lado a la calle San Luis, que se dice que ya no es lo que era... O subir a la calle Alta y visitar el Parlamento.

Ir de compras a la calle Burgos, hasta Jesús de Monasterio, desde Estudio a Beat. Alejarse una calle de la principal y hacer una parada en la biblioteca de Menéndez Pelayo o visitar el MAS (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander). Quedar en la plaza del Ayuntamiento, gente de todo tipo verás... Continuar y antes de llegar a Correos visitar la Catedral. Tal vez ir a buscar a alguien a las Estaciones. Ir a la Porticada, acercarse hasta Café & Té a por un capuccino, para llevar. Estar sentado tranquilamente en la plaza Pombo o en los Jardines de Pereda.

Cruzar por donde el arco del Banco Santander, visitar la sala de exposiciones de la Fundación Botín. Subir hasta Río de la Pila, buen ambiente, sin duda. Descender de nuevo, ir a Puerto Chico, puedes disfrutar del mar, embarcarte y dar un paseo por la bahía.

Puedes atajar para llegar a la avenida de los Castros por el túnel de Tetuán, o por el contrario disfrutar de un largo y bello paseo por Castelar, ver alguna obra en el Palacio de Festivales, ir por Reina Victoria, ver la playa de Peligros o casas espectaculares. Llegar a la Magdalena, la playa, el zoo, el Palacio, el lugar en sí es precioso, la vista de la Isla de Mouro (algún día podré ir, no pierdo la esperanza). La playa de Bikinis.

Continuar hasta la playa del Camello (que según mi parecer visto desde la Magdalena bien podría ser una ballena...), de la Concha y llegar por fin a la de El Sardinero. Saborear un riquísimo helado del puesto que hay en Piquío. De ahí, bien puedes continuar a la siguiente playa, hasta el parque de Mesones, llegar al famoso hotel Chiqui. Visitar el gran parque de Mataleñas, seguir hasta el Faro (el picadero que le llaman). Una de las primeras frases que me dijeron al llegar a Santander: “si alguien te dice de ir al Faro es que quiere follar”.

Volver hasta el Estadio, el Palacio de Deportes, el parque de Las Llamas, un buen sitio para hacer tantas cosas... Desde pasear, tomar el sol, comer, descansar hasta ver como juegan al jugger... Si subes, estarás en “las universidades” sé que no es correcto, en realidad son facultades y una sola universidad, pero así lo dice la gente.

Si quieres atajar, puedes subir hasta General Dávila (ya cada vez se hace menos dura la cuesta) y desde ahí bajar al centro. Si quieres hacer el recorrido inverso, ni se te ocurra subir la cuesta de la Atalaya o morirás... Sí, bueno, exagero, pero es una cuesta horrible.



Sólo es una pequeña parte de todo lo que se puede ver allí, sin contar todos los eventos culturales a los que se puede asistir, ni el recorrido nocturno de fiesta...

¡Qué bella es Santander!

lunes, 26 de marzo de 2012

Harapos (19 abril 2011)

Retales de ropa
que tal vez,
algún día quisiste
que fue para ti preciada.
Hoy ya no son nada
sólo simples fragmentos
que carecen de sentido
que vas a tirar
sin importar
que alguna vez
fue tu abrigo.