sábado, 30 de abril de 2011

Disfraz

Me dibujaré una sonrisa,
fingir, aparentar,
bajo ella no hay felicidad.

Tan sólo quiero alejarme,
huir, marchar,
en busca de la libertad.

Cogeré un tren
y me iré lejos de aquí,
no quisiera regresar.

Por fin, vuelvo a sonreír,
seguís junto a mí,
no me dejéis jamás.

Estoy de vuelta,
me pongo el disfraz,
que me protege como una coraza,
no sufriré más.

Sigo sin entender nada,
engaño, desilusión, dolor,
bienvenida a la cruel realidad.

viernes, 29 de abril de 2011

Crítica social-fan

Esta vez no es un relato, es una crítica a la sociedad.

Hace 4 años yo volvía de un viaje a Madrid. Paramos en una gasolinera-estación de servicio, en vez de comprar cualquier cosa para comer/beber como hacía todo el mundo, fui directa a la sección de los libros. Allí hice una buena compra, era un libro muy barato, el título era bonito y la trama parecía interesante. Me encantó aquel libro, no podía compartir con nadie mi opinión porque no lo conocían. Lo he vuelto a leer varias veces, prácticamente me lo sé de memoria, pero cada lectura parece la primera. Soy capaz de sorprenderme por los acontecimientos, a pesar de que sabía qué ocurriría, de alegrarme y entristecerme. Tal es la inmersión que me produce leerlo.
El libro y la historia que tanto he adorado durante estos años está en peligro, ya que el fenómeno fan hará que lo aborrezca. Hablo ni más ni menos que de “Tres metros sobre el cielo”. Ahora parece que le encanta a todo el mundo, todos creen conocerlo y sólo porque han visto la película porque salía algún “famosillo buenorro”. No voy a criticar la película y su fidelidad al libro porque todavía no la he visto, así que no hablaré de lo que no sé. Pero eso no cambia lo mal que me sientan estas cosas.
Ahora, hasta que no salga la película, no sabrán que ese libro tiene segunda parte... Ni que el escritor tiene otros dos libros también fantásticos. Ni que ya había película de ese libro desde hace años, eso sí, en italiano...

Con “Crepúsculo” me pasó lo mismo, aunque no me molesta tanto porque sólo lo conocí un año antes de su boom. De todas formas, situaciones como las que creó esa película de cómo están ahora todos con ella hacen que la repudie. Eso sí, me quedo mil veces con la saga de libros que con su reproducción cinematográfica...

Seguid así, con ese gusto tan personal y único...

jueves, 28 de abril de 2011

Atormentada

La oscuridad lo envuelve todo,
al calor de la estufa me asalta un pensamiento:
Felicidad, ¿por qué eres tan escurridiza?
Cuando creo alcanzarte te esfumas,
¿por qué huyes de mí?
¿Acaso mi pesimismo te espanta?

Amor, de ti no me olvido,
¿por qué cuando encuentro al hombre perfecto me lo arrebatas?
Se dice que la perfección no existe,
pero bajo el hechizo de Eros no es así...
¿Qué te hice yo?

Todo son preguntas que no obtienen respuesta.
Tendré que traspasar los límites del tiempo
para llegar al Oráculo de Delfos,
tal vez, hacerle un sacrificio a Apolo
y así, si la Pitonisa tiene un éxtasis profético
hallar solución para mi tormento.

Imposible realizar tal viaje.
Cubierta por el manto nocturno,
asaltada por las dudas,
sin resolver el misterio.
No hay sitio para la claridad,
no en mi infierno.

martes, 26 de abril de 2011

Absurda

Perdida, desubicada, veo cada noche una sombra en mi ventana.
Me acuesto, trato de dormir y mis ojos se cierran.
De repente, un ruido, quedo desvelada.
¿De dónde proviene? Miro a la ventana y allí no hay nada.
Llega el día, sigiloso, estoy en una ciudad extraña.
El sol desaparece para dejar paso a la noche.
El vacío de mi interior contrasta con el cielo,
allá arriba se ven lejanas miles de estrellas,
pero destaca ante todo la luna, perfecta, plateada, me llama.
No puedo ir, estoy atrapada, en la cama.
La mañana me arranca cruelmente de ella,
para llevarme a ningún sitio, estoy desorientada.
De nuevo oscuridad y la insistente sombra en mi ventana.
¿Qué quiere de mí? Me refugio entre las sábanas.
Amanezco feliz, en mi casa.
Por fin, en tierra conocida entre gente querida,
en un cuarto sin puertas ni ventanas.
Pero no es así, tonta ilusión, sólo soñaba.
Abro los ojos, negrura y una luz, desdibujada.
Ella sigue ahí, la sombra en mi ventana.

lunes, 25 de abril de 2011

Caótica sociedad

Trato de analizar lo ocurrido y me resulta complejo definir el enfoque. Empezaré hablando de la ciudad, la loca urbe...
Todo es desenfreno, prisa, movimiento continuo, no para en ningún momento. Ya sea el tránsito de los peatones o el tráfico de los vehículos. Todo el mundo va con urgencia. ¿Por qué no cambian los relojes y se lo toman todo con un poco más de calma? La banda sonora de la ciudad son los pitidos de los coches que apremian a los que van delante suyo. Los pasos de peatones son muy curiosos, hay unos largos en los que te conceden medio minuto para pasarle, cuando se concentra mucha gente en ellos es horrible, chocas con todo el mundo; por el contrario, hay otros muy cortos que los cruzas con dos pasos y para ello te dan minuto y medio. ¿Dónde está la lógica?
El autobús urbano. Aquí se concentra la idea principal de lo que quiero tratar. Es el elemento en el que el tiempo va más acelerado. Llega a la parada, hay muchas personas esperando pero no se sabe qué bus van a coger porque hay varios, uno casi para cada zona como mínimo. Subes rápido, pagas, y buscas asiento: ¡error! Lo más posible es que no le haya. Hay muy pocos asientos, básicamente el autocar está hecho para viajar de pie, lo que facilita la fluidez de las personas, la mayoría de asientos están para las personas mayores y los discapacitados. Evidentemente, antes de que una persona de esta categoría vaya sin asiento, le cedes el tuyo, quedándote así, a merced de la fuerza de gravedad, cuyo único fin es verte en el suelo.
Tienes que estar bien pendiente de dónde te vas a bajar, porque si allí no hay nadie y tú no has solicitado la parada, no se detendrá. Parece una bala, igual no va a mucha velocidad, pero la sensación desde dentro es impresionante. Cada día temo que acabemos estampados en algún lugar, aunque milagrosamente se libra de todos los obstáculos con asombrosa destreza. Salvo hoy, aunque en realidad sí se libró...

Iba yo tranquilamente leyendo, me sentía tan abstraída por la lectura que decidí dejar de leer para no pasarme de mi calle. ¡Qué decisión tan acertada y tan en su momento! Unos pocos minutos después hubo un balanceo extraño. Yo contemplaba a un señor con parkinson, de pie junto a la puerta, le hubiese cedido mi asiento, pero supuse que se bajaría ahí. De repente, frenazo en seco. Todos nos fuimos hacia delante y de golpe hacia atrás. Poner la mano en la barra que había en frente mío hizo que no me la comiera, prefiero no pensar dónde estaría si llego a seguir leyendo, o peor aún, si no llego a estar sentada... Pero no soy yo lo importante de esto. El señor antes mencionado acabó tumbado en el suelo, otra señora cayó encima suyo, el resto no sé si se daría algún golpe, supongo que sí, pero no estaban mal. Rápidamente la gente se volcó en ayudar a los ancianos a reponerse. El vehículo parado, la muchedumbre murmurando. ¿Qué ha pasado? ¿Están bien? Tras un largo tiempo de espera nos bajamos todos, salvo el hombre que se quedó junto a su mujer esperando a que llegara la ambulancia. Nos dirigimos a la siguiente parada, a esperar de nuevo, al 3, por supuesto, no teníamos que volver a pagarlo.
La cuestión es: ¿a qué se debió el incidente? Ni más ni menos que a una negligencia. No puedo afirmarlo porque es lo que me han contado, así que no puedo asegurar que sea 100 % verídico, sólo un detalle sé seguro porque lo ví con mis propios ojos, el bus no tenía ni un rasguño. Semáforo en verde, nuestro conductor al ritmo acelerado de siempre, coche blanco parado o que frenó en ese momento, chófer que se ve sorprendido presiona el pedal central, lo que viene siendo el freno, para evitar la colisión. El resto, ya se sabe.
Allí no tardó en personificarse un agente de movilidad que están por todas partes de la ciudad, para poner un poco de orden entre los coches que ya estaban pitando porque el bus estaba malamente estacionado, luego llegaron los policías y finalmente, la ambulancia.

Vivimos en una sociedad caótica, apresurada, lo quiere todo al instante... Debemos parar esto, ¿para qué correr? Llegaremos de todas formas a los sitios, más vale llegar un poco tarde que no llegar...

domingo, 24 de abril de 2011

2 horas 12 minutos y 21 segundos

Llevaba 3 meses sin verla y se sentía como si la faltase algo, así que Estela decidió que ya era hora de hacer un viaje: visitaría a Esther, su hermana.
Tras pasar una semana trabajando intensamente y con horas extras, le concedieron el fin de semana libre. En el poco rato libre se dedicaba a pensar lo bien que lo pasaría con su hermana y la sorpresa que le daría cuando apareciese de improviso en la puerta de su casa. Hubo un contratiempo y casi se queda sin poder ir de vacaciones, pero solucionó el problema y pudo marchar tranquila. La recomendación de una compañera de que hiciera una ruta turística en autobús fue su despedida de la oficina.
Mientras hacía la maleta pensaba en qué habría hecho si no la llegan a conceder el descanso, la necesidad de visitar a su hermana ese fin de semana y no otro, residía en que el domingo era el cumpleaños de Esther, y la gustaría estar con ella.
Al acabar de hacer las maletas fue directa al coche, no podía perder el tiempo, ya era sábado y cada minuto que pasaba era un instante menos que pasaba con su hermana. Después de haber arrancado el coche y disponerse a marchar, tuvo que regresar a por el regalo de Esther. ¿Cómo se le podía haber olvidado? Le había comprado un fabuloso vestido rojo con todos los complementos a juego, para que se lo pusiera una vez que tuviera todo... Porque no tenía pensado darle todos los regalos de una vez, no, eso sería aburrido y muy clásico. Pensó en hacer lo que había leído en un libro (“Tres metros sobre el cielo” de Federico Moccia), un juego, como si fuera una búsqueda del tesoro. Ella escondería por ciertas zonas de la ciudad los regalos y siguiendo unas pistas, tendría que encontrarlos.
El sol del amanecer la impedía ver bien la carretera, pero afortunadamente, no sufrió ningún accidente. Disfrutaba conduciendo a esas horas, había poco tránsito, sentía que era dueña de la carretera.
Se le hizo algo largo el camino, pero finalmente llegó. Dejó los regalos en el maletero del coche y llevó consigo las maletas. La suerte quiso que tuviera aparcamiento justo al lado del bloque de pisos donde residía su hermana, así que no tuvo que caminar mucho. Vivía en un 6º, con ascensor. Una vez en el elevador observaba los números de la pantalla, le parecía que tardaban una eternidad.
¡Por fin! Llamó al timbre y esperó. Podría ver la cara que pondría su hermana al verla, porque nunca miraba por la mirilla. Se abrió la puerta. Esther se quedó boquiabierta.

    • Después de tanto tiempo, ¿ese recibimiento me haces? - bromeó Estela.
    • ¡Ven aquí, hermanita!- y se fundieron en un abrazo.
Se pasaron toda la mañana hablando, casi no callaban ni cuando estaban comiendo. Esther lamentaba que Estela no la hubiese avisado de su llegada, aunque fue una grata sorpresa que le hizo mucha ilusión, porque tenía esa tarde unos compromisos que no había forma de eludir. Estela se alegró en parte, así podría preparar su juego, de otra forma, le hubiese resultado imposible.
Al despedirse las chicas se aseguraron de que estarían bien. Estela dijo que se quedaría en la casa desempacando las maletas y que luego se pondría a leer. Una mentira piadosa que se llama...
Salió a la calle, sin conocerla apenas. Había estado hace años, pero no se acordaba de mucho... Visitó los establecimientos cercanos, para ver si colaboraban en su causa, algunos se emocionaron con la idea, otros se mostraron bastante reacios.
Paseando llegó a una avenida, que en absoluto conocía, pero decidió aventurarse. Tras caminar, caminar y caminar, se dio cuenta de que se había perdido. Encontró una parada de autobús y a ella fue. Mirando el panel descubrió que la fortuna la sonreía: en 2 minutos llegaría un autocar con destino en Gerardo Diego, la calle de su hermana. Los hados estaban de su parte.
Su percepción del tiempo, en la medida en que quería que pasase rápido, se volvía más lenta. En esos dos minutos estuvo contemplando la zona. Parecía muy alegre y con vida, aunque paradójicamente desierta, es decir, tenía unos jardines preciosos, muy verdes, tenía muchos coches, pero había una ausencia de gente considerable: estaba sola.
Llegó el autobús y estaba vacío. Se sentó en la zona central. Mientras observaba las desconocidas calles, se percató de que el conductor no dejaba de mirarla. Se empezó a sentir incómoda, tenía ganas de acabar con el juego y regresar a su casa.
En una parte de la ciudad que ella desconocía, o eso creía, se detuvo el chófer.
    • Fin del trayecto.
Apagó el motor del vehículo y salió de su asiento. Salió a fumarse un cigarro. Estela estaba encerrada, no le había abierto la puerta. Antes de pensar lo peor, quiso ser optimista. Se acercó a la zona del conductor y muy educadamente le hizo notar el error.
    • Vuelva usted a su asiento señorita, no hay ningún error, y será mejor que no se mueva.
Evidentemente, Estela se asustó. Estaba nerviosa, buscó en su bolso el teléfono móvil para llamar a su hermana. Cuando por fin lo encontró, no pudo ni marcar una tecla. El conductor se lo quitó y le dijo:
  • ¿Qué crees que estás haciendo?
  • Nada.
  • Eso me parecía...
Y volvió a la parte delantera del autobús. Estuvo enredando en una caja.
Los pensamientos se agolpaban en la mente de Estela. ¿Qué ocurrirá? ¿La haría algo? Tenía que salir de allí, pero no sabía cómo. No podía pedir ayuda porque se había quedado sin móvil y por allí no pasaba ni una sola persona.
El hombre se acercaba a ella, provisto de una cuerda y con una sonrisa lasciva en la cara.
    • Vas a saber lo que es sufrir...
Era inútil correr por el autobús, las puertas estaban bloqueadas, todas, salvo la del conductor, pero no la daría tiempo a llegar. Trataba de pensar rápido, idear un plan.
Se dirigió a la parte trasera del vehículo y se quedó parada. El hecho de que ella no pareciera mostrar resistencia hizo que el hombre se sintiera confuso. Sabía que esos momentos eran clave, así que no los desperdició y, con toda su fuerza, se lanzó hacia él para darle una patada en los genitales. Ahora tendría más tiempo para huir, tardaría en recuperarse, aprovechó y recuperó su móvil. Salió, como alma que lleva el diablo, despavorida, sin rumbo fijo. Para su sorpresa, cuando se detuvo a tomar aire y comprobar si la seguían, se percató de que estaba a una calle del edificio de su hermana.
Más calmada, al estar ya en casa, miró el reloj. Sólo habían pasado 2 horas, 12 minutos y 21 segundos desde que había salido de casa. Sin embargo, no fue esa la sensación que ella tuvo. Sólo de recordar lo pasado y de imaginar lo que la podría haber ocurrido, le recorrían escalofríos por la espalda.
Le contó lo ocurrido a Esther, denunciaron al tipo. Se decía que era un chico normal, pero desde que le había abandonado la mujer por otro hombre se había vuelto un misógino y quería hacérselo pagar a cuanta mujer encontraba, sin tener ellas culpa de nada. Esta vez, ya habían recibido más avisos antes, consiguieron detenerle.
El domingo, ya olvidada la historia del día anterior, las hermanas disfrutaron de su tiempo juntas. Lo pasaron muy bien con la caza de regalos, sin percances. Con lágrimas se despidieron, porque no sabían cuantos meses transcurrirían hasta que pudieran verse de nuevo.

El lunes por la mañana, en el trabajo, le preguntó una compañera qué tal el fin de semana, si se le había hecho corto y si había viajado de ruta turística en algún autobús urbano. Una mirada de esas que no precisan palabras fue suficiente para que la compañera comprendiera que no debía preguntar más.

sábado, 23 de abril de 2011

Bajo la visión de Elizabeth

“Desde el primer momento en que le ví le odié. Parecía tan arrogante, tan serio, como si se creyese superior... Un estirado que no se molestaba ni en saludar. Daba la impresión de que era un antipático, la persona en la que menos me hubiese fijado.”
De esta manera comenzaba Elizabeth a contarme su historia. Ella necesitaba desahogarse, así que decidió narrarme la historia completa, desde su punto de vista. Para tener la certeza de conocer por completo el asunto sería necesario saber qué piensa Harrison, pero por el momento, sigamos con Elizabeth.

“Un día, el odio desapareció. Él me había saludado, así que por ello dejé de detestarle. Ese era el motivo por el cual, su sola presencia me resultaba insoportable. A partir de ese momento dejé de mirarle con malos ojos, hasta fui capaz de apreciar lo guapo que era, también lo sería antes, pero me había pasado inadvertido.
El saludo se convirtió en rutina, ya era cosa normal que lo hiciera, ahora me preocupaba si me sonreía o no. Empecé a enamorarme de su sonrisa, de la manera que tenía de hablar... Un día que le tuve muy cerca pude ver sus ojos, eran claros, preciosos, me quedé encantada.
Esto no pasaba de ser una atracción meramente física, simplemente me gustaba, nada más. No sería más que un capricho pasajero, como otros tantos...
Poco a poco me enteraba de cosas de él, sobre sus gustos, sus aficiones, su manera de ser... No sabría decir el momento exacto en el que ocurrió, pero estoy segura que fue después de esto cuando me enamoré de él. Era mi prototipo de hombre ideal, reunía todas las cualidades. Sólo faltaba una cosa, que yo me correspondiese con la idea de mujer que él quiere, ese detalle le desconozco.
En una ocasión hasta llegué a pensar que podía serle de interés. Pero deseché la idea por estúpida, ya que porque yo sea capaz de enamorarme rápidamente de una persona, no quiere decir que a todos les pase lo mismo, además, ¿qué tengo yo que pueda resultar interesante? Nada.
Así pasaba el tiempo y yo era capaz de ser feliz sólo por haberle visto, ¡qué bella época aquella!”

Un momento, ¿es que ya no te hace feliz verle?

“No es eso, es que pasaron muchas cosas desde cuando aquello.
Por motivos de trabajo me tuve que ir, no sabía cuándo volvería a verle. Me decidí a hacer algo, debía hablarle, tratar de interesarle o todo se olvidaría. No tuve el valor suficiente para hacerlo. Me marché para regresar en menos de una semana, no le ví. Ya que sólo estaría en el mismo sitio que él los fines de semana llegué a la conclusión de que lo mejor sería tratar de olvidarle, sin duda, era la opción más lógica.
Como si el universo quisiera darme su opinión al respecto recibí algunas “señales” no hacía más que encontrarme con coches como el suyo, una cosa es que pueda coincidir el modelo, pero ya el color... ¡Me parece pasarse!
Traté de ignorar este hecho y lo medio conseguí. Me fijaba en otros chicos, pero no eran de mi agrado ninguno, todos fallaban en algo, no eran él.
Pasó un mes para cuando le volví a ver. Todas mis ideas de olvidarle se esfumaron con sólo una mirada suya. Ver de nuevo sus ojos, su sonrisa, me tuvo distraída todo el tiempo. No sabría decir qué, pero en el mes que había transcurrido algo había cambiado. Él me miraba bastante, lo que hizo que me pusiera nerviosa y que mi imaginación volara: ¿por qué me mira tanto? ¿Existe la remota posibilidad de que se fije en mí? ¿Tendré algo extraño?
Lo más curioso de ese día es que ni tan siquiera nos saludamos. A los pocos días pude volver a verle pero todo era tan normal como siempre. De nuevo, mi imaginación me había hecho pensar lo que no era. ¿Se puede ser más tonta?
A partir de ese día tomó un nuevo rumbo la situación, inexplicablemente no estaba equivocada en eso, las cosas habían cambiado.”

¿Te planteaste en algún momento decirle lo que sentías? Como se suele decir, el “no” ya le tienes, así que no perdías nada...
“No es tan sencillo. ¿Cómo miras luego a esa persona a la cara? Además, cuando menos quieres ver a una persona más te la cruzarías y se podrían dar situaciones muy incómodas.
Pasó un mes hasta que le volví a ver. Esta vez hablamos, estaba muy nerviosa y trataba de pensar que era otra persona con la que hablaba pero no podía, me bloqueaba...
Varias veces intenté no pensar en él, distraerme con chicos a los que veo con más frecuencia, pero es imposible. Fue entonces cuando asumí que él no era un capricho más, que nada podía hacer por evitarle. Cuanto más quería ignorarle, con más fuerza aparecía, como un recordatorio constante. Verle se convirtió en una necesidad, hasta hacía varias “locuras” sólo por ver de nuevo su hermosa sonrisa, no siempre salían las cosas como yo quería.
Resulta curioso, tuvo que pasar otro mes hasta que le volviera a ver. Más guapo que nunca, estaba muy cambiado. Me pregunto si él también me verá cambiada a mí, en ese caso dudo que para bien...
En un intento de querer saber si él podía sentir algo hacia mí traté de darle celos. Dudo que lo consiguiera, pero él sí consiguió dármelos a mí. Bueno, en realidad, no podemos hablar de celos ya que no tenemos ninguna relación y tampoco se pueden considerar celos lo que me provocó, tan solo, una ligera molestia... Parece un juego la situación, pero claro, esto sólo es mi punto de vista, ya que yo veo las cosas como quiero que sean básicamente, pero no soy el centro del mundo, así que cada cosa que hace no tiene por qué estar dirigida a mí.
Esto nos lleva a que estoy siempre en la misma situación, en el mundo de los sueños inalcanzables.”

¿Y si tuvieras la suerte de que él sí sintiera algo por ti? Hay mucha gente que se ha querido y por no hacérselo saber el uno al otro no tuvieron nada. ¿No te parece triste que pueda ser esa tu situación y que por cobardía no hagas nada?

“Dudo mucho que eso ocurra. Además, soy de las que piensan, por clásico que resulte, que es el chico el que debe dar el “primer paso” y si él no hace nada es porque no está interesado. No hay más que hablar.”

¿Y si diera ese paso cómo reaccionarías? Imagínate que él también siente algo por ti, empezáis a quedar y las cosas funcionan.

“La verdad, no lo sé. Estoy tan acostumbrada a enamorarme y desenamorarme que no sabría cómo reaccionar, porque estoy segura que conocerle más no me haría nada en contra, si no que me gustaría todavía más, no creo que la realidad diste mucho de la idea que tengo de él.
Si está de pasar algo, pasará, no voy a pensar en ello e ilusionarme soñando con algo que puede que nunca llegue a pasar. Creo que esto último es lo más real que he dicho hasta ahora.”

Y es así como Elizabeth ve las cosas. Próximamente veremos qué opina Harrison, algo me dice que su versión será muy distinta de esta...

viernes, 22 de abril de 2011

Fragmento de una historia futura

Evitaba pensar en ello, pero sabía que ese día tendría que llegar, muy a su pesar... Por motivos de trabajo tenía que irse, no podía ser de otro modo, o tal vez sí.

Tras mucho llorar, decidió enfrentarse a ello. Cuando deseas algo con todas tus fuerzas luchas de manera incansable, contra lo que sea.

El momento de la partida estaba muy cerca. Ella fue hacia él. Se miraron a los ojos. Por lo general, estas ocasiones no precisan de palabras, pero fueron necesarias algunas.

    • No te vayas- susurró.
    • Dame un sólo motivo para no hacerlo.
    • Yo... -reunió todo el valor que pudo- creo que...
      No se sentía capaz de decirlo. Él se iba, corrió hacia él y le detuvo.
    • Te quiero.
      Continuará...

Ella y Él (capítulo IV)

Ella= Elizabeth
Él= Harrison

Ella no consiguió su propósito. Sucedieron muchas cosas buenas, así que se sentía animada, hasta creía que podía conseguirlo, lo vio cerca. De nuevo, fracasó. Elizabeth nunca aprendería, estaba siempre en la misma situación, era un bucle del que no lograba salir. Otra vez se hallaba deshecha, le había hecho daño. El amor es un asco, tal era su pensamiento.
Normalmente, sólo se “enamoraba” de alguien a quien veía constantemente, cosa que difícilmente se puede catalogar de amor, eran simples caprichos pasajeros, en cuanto desaparecían de su vista quedaban en el olvido. Sin embargo, esta vez no ocurría así. La distancia parecía intensificar el sentimiento. Por eso sufría tanto.
Volvería a intentarlo, cuando algo te hace mal, debes mantenerlo lejos. Sería cobarde, huiría de la dificultad, buscaría el camino más sencillo. Se buscaría a otro, ya llevaba perdiendo mucho tiempo con el mismo. Ahora, tenía un objetivo: encontrar a alguien cercano que la ayudase a olvidar(já, cómo si fuese fácil...) o, al menos, a distraerse.
Lo mejor de todo, en un sentido claramente irónico, es que Harrison era ajeno a todo lo que ocurría.

Él, Harrison, no era ni remotamente consciente de lo que estaba causando, del efecto que tenían sus actos en Elizabeth. Tenía su vida y la joven no formaba parte de ella.


Si Elizabeth alcanzase su nuevo objetivo cambiarían muchas cosas y el “fragmento de una historia futura” podría verse alterado.

jueves, 21 de abril de 2011

Ella y Él (capítulo III)

Ella se esforzó, luchó por lo que quería y obtuvo su recompensa. Sin embargo, la felicidad, como todo buen manjar, se disfruta en pequeñas dosis, sólo así se pueden apreciar plenamente. Así, que otra vez se hallaba como al principio, triste, desilusionada... Decidió actuar. No perdería el tiempo con alguien que nunca la va a corresponder, se olvidaría de él y se buscaría a otro. Lo intentó y consiguió por un tiempo no pensar en él, distraída en la contemplación de otros. Se creía feliz por ello, pero no era tan fácil. Soñó con él, no podía borrarle del subconsciente y ahí estaba, más guapo que nunca... Entonces ella se dio cuenta de una cosa. No se puede luchar en contra de los sentimientos, no puedes eliminarlos así como así... Reconoció lo que ya sabía, no estaría con nadie, porque ninguno era como él. Sólo podía encontrar a una persona interesante.
Él por su parte, se percató de su existencia, sin embargo, no era su tipo. No era la chica que él buscaba. Ni tan siquiera se lo planteó, no era una opción a discutir. Lamentablemente, Ella no tenía nada que hacer.
Y es así, como volvemos a la misma historia de siempre, amores imposibles cargados de sentimentalismo y estupidez.

miércoles, 20 de abril de 2011

Ella y Él (capítulo II)

Ella sufría porque Él, sin saberlo, la estaba lastimando. Ciertas acciones la causaban malestar, aunque no tenía ningún derecho a sentirse así no podía evitarlo, ¿qué iba a hacer si estaba enamorada? Ese estúpido amor la consumía, acabaría con ella si no sabía cómo canalizarlo, utilizar su rabia en algo útil, productivo, no malgastarlo con simples quejas. ¿Acaso estaba haciendo algo por ganarse su amor, su aprecio o tan siquiera su atención? No, pasaba el tiempo protestando por su situación, en lugar de aprovecharlo pensando en cómo cambiarla. ¡Qué fácil es ver pasar la vida sin hacer nada!
   Él, por su parte, ajeno a todo eso, sigue con su vida. Ni tan siquiera una fracción de segundo de alguna de las 24 horas del día le dedicaba, no era tan importante. Era como si no existiese, invisible...

martes, 19 de abril de 2011

Ella y Él (capítulo I)

Ella y Él se conocían, se trataban, pero sus perspectivas eran muy distintas. Mientras Ella estaba enamorada, Él la ignoraba por completo.
Ella pensaba en aquella frase “cuando un amor es verdadero resiste tiempo, distancia y obstáculos”, pero si sólo ella se sentía así, ¿se le puede llamar a eso amor? Ella era la única que se enfrentaba a esas cosas, que luchaba por algo que no sabía si existía, y que no tenía forma de saberlo. ¿Qué sentido tiene luchar por un amor cuando no es correspondido? Eso no lleva a ningún sitio. Lo lógico sería asumirlo, olvidarle, no perder el tiempo pensando en alguien para quien tu existencia le es indiferente. Pero al estar Ella sometida a Eros no podía atender a razones. Si bien nadie puede dar una definición precisa de lo que es el amor, hay una verdad indiscutible, una de las características más representativas del amor es su irracionalidad.
Él, por su parte, desconocía estos hechos, estas reflexiones, ni tan siquiera podía imaginar lo que sentía Ella. Si lo supiera, lo primero que haría es sorprenderse. Lo segundo, sería hacerla saber que malgastaba su tiempo, porque a Él no le interesaba ni le importaba Ella.

lunes, 18 de abril de 2011

Intento de soneto

Dicen del amor que es muy complicado
otros rehúsan semejante cosa.
Sentir en tu interior la mariposa,
sencillo, para nada enrevesado.

Es común el amar sin resultado,
ese afecto termina en una fosa,
pon sobre la sepultura una rosa
símbolo y recuerdo del desdichado.

Ciertamente, es un bello sentimiento.
Puede traer lágrimas o alegría
y si tú supieras que yo no miento,

comprenderías mi palabrería,
fruto de estúpido enamoramiento
y responsable de esta ñoñería.

jueves, 14 de abril de 2011

La cortina que quería ser pantalón

En un viejo almacén había un rollo de tela azul y verde, trastos viejos y algún que otro elemento más de costura. Una niña traviesa se metió en el almacén a investigar, quería encontrar algo para jugar. Cuando estaba a punto de irse decepcionada por no hallar nada se tropezó con el rollo de tela.
  • ¡Ten más cuidado! - dijo éste.
  • ¡Oh! Perdona.
   La niña se sentía confusa, no sabía que los rollos hablaran, al parecer, se había cruzado con uno especial. Decidió conversar con él:

  • No sabía que pudieras hablar.
  • Todos hablamos y nos expresamos, pero cada uno a su manera, hay que saber entenderse.
  • Pero tú...
  • Nada de peros, niña insolente, primero me agredes y luego dudas de mi palabra.
  • Lo siento.
   Al final, consiguieron llevarse bien. ¡Madre mía! Si pudiésemos entender todos los lenguajes, nos volveríamos locos. Tal fue el razonamiento de la niña.
   El rollo protestaba porque decía que su futuro lo manejaban a su antojo, él no podía decidir, siempre lo hacían por él. Así que por una vez que encontraba a alguien que le entendiera, quería pedirle un favor a la niña: se sentía destinado a ser pantalón, ese era su sueño. Ella le prometió ayudarle a conseguirlo.
   Al día siguiente, la niña fue donde su madre que era modista y le pidió que le hiciera un pantalón. La madre accedió, aunque la dijo que ya se lo haría que estaba muy ocupada. La niña quiso dejar claro que no podía ser un pantalón cualquiera, que quería uno con una tela que había descubierto en el almacén. Como vio que su madre estaba muy atareada no la molestó más.
   Una semana después, la niña, que ya se había olvidado de su “amigo” el rollo de tela, se vio sorprendida por su madre. Le dijo que ya le había cosido el pantalón que le pidió. La niña miró con horror el pantalón, no era esa la tela.
  • ¡Pero es rosa!
  • Ese era el rollo que había en el almacén.
  • No, era azul y verde.
   Ya lo había utilizado para otra cosa. Al ir a su habitación la niña descubrió que tenía cortinas nuevas: azul y verde.
  • No me ayudaste, sólo te pedí un favor. Siempre nos manejan a su antojo, ¿dónde está la libertad de elección?
  • Yo sí lo hice, pero mi madre...
  • No pongas excusas, siempre es lo mismo. Conformismo.

   Un día de mucho viento, la cortina se escapó por la ventana. Se podía oír en el aire “no me rendiré, lucharé” y la niña se sintió feliz ante el empeño del rollo por buscar su camino a pesar de las restricciones y las adversidades.

jueves, 7 de abril de 2011

Algo llamado amor

René estaba junto a su mejor amiga consolándola porque su novio la acababa de dejar.
    • Rebeca, no llores por él que no merece tus lágrimas, te puso los cuernos...
    • Pero es que yo le quería...-dijo entre sollozos.
    • Mira, ¿sabes qué vamos a hacer? Tú y yo nos vamos de fiesta y que le den al cretino de tu ex.
Tardó mucho tiempo en convencerla, pero al final lo logró. No podía entender cómo se podía querer a alguien que causaba tanto daño. A lo mejor es que nunca estuvo realmente enamorada de nadie y por eso no es comprensible para ella.
A las nueve de la noche se fueron a cenar a un local nuevo. El sitio era muy elegante y servían comida de todo el mundo.
    • ¡Madre mía! ¿Quién va a comer eso? Pero mira que nombre tiene...- a Rebeca no le gustaba la idea.
    • Nosotras. No pongas esa cara de asco, tienes que animarte, probar algo distinto, no voy a permitir que hoy te deprimas, ¿vale?
Probaron casi todo lo que había, si no probaron todo fue porque si seguían comiendo corrían el riesgo de explotar. De ahí se fueron de copas.
En el primer bar al que entraron se encontraron de frente con el ex de Rebeca y su nueva novia. René temió por su amiga pero estaba decidida a ignorarlos, por fin se estaba animando. Así que con actitud arrogante pasó frente a ellos y pidió una copa, eso sí, la más fuerte que tuviera, le dijo al camarero. Así pasaron la noche, de bar en bar, bebiendo y bailando. Rebeca parecía alegre, tal vez por el alcohol, pero lo importante era que estaba animada y René se sentía feliz por ella.
A las seis de la mañana cruzaban el umbral de la puerta del piso que compartían. Fue entonces cuando Rebeca se derrumbó, volvió a llorar y no había manera de pararla.
    • Se les veía tan felices y así como restregándomelo por la cara, ¿tú les has visto?- Rebeca estaba acongojada.
    • Olvídalos, a partir de ahora haz como si no existieran...
Se pasó una hora entera llorando y diciendo todo el rato lo mismo. Cuando finalmente se acostaron, casi era la hora de levantarse.
Sonó el despertador y René le hizo callar de un manotazo, lo tiró al suelo. No estaba segura de si había llegado a dormir una hora y se sentía fatal. Menuda resaca, y todo para nada, porque Rebeca seguía deprimida. Se levantó y en el espejo le devolvió la mirada un oso panda. ¿Cómo podía tener tan marcadas las ojeras? Se vistió rápidamente, fue a ver a su amiga, quería comprobar que estuviese bien. En vez de en su habitación se la encontró tirada en el sofá. Al menos, mientras estuviese dormida no se sentiría mal.
No llegó tarde al trabajo, pero su esfuerzo le costó porque la resaca era monumental, se dijo a sí misma que no volvería a salir un viernes de fiesta si al día siguiente tenía turno de mañana. Trabajaba durante el verano en una tienda de ropa.
En el momento de cerrar aparece una chica con una gorra y unas enormes gafas de sol, como si fuera una famosa tratando de camuflarse.
    • ¡Rebeca! ¿Qué haces aquí?
    • Sssh, ¡no grites!- hizo una mueca de fastidio.
    • Veo que no soy la única perjudicada, y eso que tú podías descansar más.
Regresaron a casa, parando primero en el local de la noche anterior que también tenía comida para llevar, así que encargaron algunas cosas que les faltaban de probar. Mientras comían hablaban, eso sí, en voz baja para no molestarse, y Rebeca confesó que en cuanto se despertó tuvo que marcharse de casa porque entrar en su habitación era muy doloroso, por los recuerdos. Tras comer y echarse una siesta para pasar la resaca, se pusieron de limpieza.
    • ¿Estás segura que quieres tirarlo? Luego igual te arrepientes.
    • Me da igual, es mejor así, ¿no crees?
Al acabar se pelearon por quién se ducharía primero y lo acabaron echando a suertes. Como si fueran niñas pequeñas jugaron a piedra, papel o tijera. Tras perder, Rebeca pidió la revancha. No debía ser así, pero René accedió y volvió a ganar. Así hasta seis veces.
    • René, no lo entiendo, ¿por qué tienes que ganar tú siempre?
René la sonrió y se fue a la ducha, se lo explicaría después. Cuando ya estaban en el sofá decidiendo qué película verían mientras cenaban, René le confesó a su amiga:
    • Antes hice trampas...
    • ¿Cómo?
    • Es que lo haces mal, siempre te pones donde el espejo, entonces ya sé lo que vas a sacar...
Se rieron juntas y se pelearon con los cojines hasta que quedaron exhaustas.

Al día siguiente se encontraron con algo que cambiaría su vida: tenían nuevos vecinos.
Rebeca salió a recibirles, sabía que eran jóvenes y a lo mejor la venía bien... Sólo vio a un chico, muy guapo, que estaba parado en la puerta de al lado, la que sería su casa. Ella no tardó en hablar:
    • ¡Hola! ¿Nuevo por aquí? - ella de deshacía en simpatía.
    • Sí, yo soy Cristofer y tú eres...
    • Rebeca.
    • ¡Bonito nombre! Encantado – y le plantó un par de besos.
    • Si necesitas algo, aquí estoy, en la puerta de al lado – le guiñó un ojo. Parecía que ya no perdía el tiempo lamentándose.
No tardó mucho en contarle todo a René, quien se maravilló al ver la pronta recuperación de su amiga. Le picó la curiosidad sobre cómo sería el nuevo vecino y acabó por salir ella también con la intención de presentarse. Aunque ella era más cortada que su amiga y dijo un simple “hola”. El chico que había ahí fuera la miró y giró la cabeza al otro lado, sin siquiera contestar.
Ya en su casa.
    • Se ve que al vecino le gustaste tú porque a mí ni hola me ha dicho, empezamos mal.
    • No puede ser cierto, te juro que era encantador...

No se dieron cuenta de lo que ocurrió. Rebeca se había cruzado con Cristofer, pero René se encontró con Martín, el amigo, evidentemente, no tan agradable.

                                             ♦ ♦ ♦

Cristofer y Martín se habían mudado por fin. Llevaban mucho tiempo pensando en independizarse e irse juntos a vivir, se conocían desde niños. Cuando terminaron de instalarse dijo Cristofer:
    • Lo logramos, por fin...
    • Sí, ahora sólo falta encontrar un buen trabajo.
Charlaron mientras se tomaban sus merecidas cervezas. Hablaron, entre otros temas, de sus vecinas, y se hallaban ante la misma situación que ellas, no se referían a la misma persona.
Al día siguiente, Cristofer decidió tomarle la palabra a Rebeca y llamó a su puerta. Abrió René.
    • Perdona, creo que me he confundido – estaba confuso- ¿no vive aquí Rebeca?
    • Sí, un momento. Pasa si quieres.
Él entró para esperar. Mientras, las amigas hablaban entre ellas y se dieron cuenta del error del día anterior. Ahora Rebeca tenía ganas de saber quién era el otro que tan serio fue con su amiga.
    • ¡Hola! ¿Ya, tan pronto necesitas algo? - dijo divertida.
    • Sí, te tomé la palabra y aquí estoy, ¿dónde hay por aquí un supermercado?
    • Te lo diré con una condición. Quiero un café.
    • Eso está hecho, pero mejor dos, uno para ti y otro para...-mirando a la otra chica.
    • René.
    • Bien, René, que no nos habían presentado.

Tras la indicación y hacer sus compras Cristofer acudió de nuevo a la casa de las chicas, esta vez junto con Martín. Hicieron las presentaciones oportunas y se fueron a una cafetería. Allí estuvieron hablando y René descubrió que Martín no era antipático, sólo un poco tímido, como ella y por eso no la devolvió el saludo.

                                                            ♣ ♣ ♣

Pasado un tiempo, la relación entre los vecinos había mejorado. Quedaban como grupo para salir, se llevaban muy bien. Incluso, se veían en el trabajo. René tenía a Martín, que era quien descargaba las cajas de ropa en el almacén de la tienda en la que ella trabajaba; y Rebeca a Cristofer, que mientras ella estaba de camarera en un restaurante, él era el cocinero.
Cristofer estaba muy enamorado de Rebeca y ella no se daba cuenta, porque a su vez estaba enamorada de Martín, que aunque no tenía el carácter extrovertido y la simpatía de Cristofer había conseguido, sin querer, atraerla con su actitud enigmática. Martín se sentía atraído por René y ésta a su vez también, parecía que empezaba a descubrir lo que era de verdad sentir amor por alguien.
Las chicas se lo contaban todo entre ellas, por eso, René sabía tantas cosas de Martín, porque Rebeca no paraba de hablar de él y cada vez le gustaba más el chico. No le había contado a su amiga lo que sentía porque no quería hacerla daño, ya había sufrido una vez y no sería ella quien la dañara ahora, prefería guardarse lo que sentía y que su amiga fuera feliz, no quería verla mal otra vez.
Una noche salieron juntos de fiesta. Rebeca no podía estar más feliz. Acababa de ver como la actual novia de su ex le ponía los cuernos. Al final, todos los que ponen los cuernos la pagan y acaban siendo cornudos.
    • ¡Esto hay que celebrarlo!
En un momento de la noche, Cristofer se acercó a René y le confesó su amor por Rebeca. Está le explicó la situación pero le prometió que la ayudaría. Más tarde, en el lavabo, mientras se retocaban el maquillaje, René le contó lo ocurrido a su amiga, quien la miró sorprendida porque no se lo esperaba.
    • Al principio tú entraste por casa encantada por Cristofer, ¿qué pasó? Además, con Martín está claro que no tienes avance de ningún tipo es más distante y pierdes el tiempo.
    • ¿Sabes una cosa? Que tienes razón, no voy a volver a sufrir por un tío, le daré una oportunidad a Cristofer.
René se alegró por su amiga. Cuando estaban a punto de salir, Rebeca se volvió hacia su amiga.
    • No es cierto que no haya tenido ningún avance. Mientras tú hablabas con Cristofer yo lo hice con Martín. Sabes que estaba muy eufórica por lo que ví, así que sin pensar fui donde él y le dije lo que sentía. Él se sintió un poco incómodo, ahora veo que también influía lo de su amigo, me dijo que por el momento no estaba interesado en estar con nadie. Supongo que era una manera cortés de rechazarme. Después de eso, que increíblemente no me ha sentado muy mal, será que no le quería tanto como yo pensaba, me estuve fijando en él. En sus ojos puedo ver que sí quiere a alguien y es a ti.
    • Pero...
    • No, por mí no te preocupes. Ahora me doy cuenta de las cosas. Nos conocemos lo suficiente para no necesitar hablar y saber las cosas. Sé que a ti también te gusta él, no sé cómo no lo ví antes, supongo que estaba atontada, pero ahora que lo sé quiero que sepas que yo no tengo ningún problema en que estéis juntos. Es más, te lo debo, ¿cuánto tiempo te llevas callando por mí?
    • Desde que dejé de odiarle me empezó a gustar.
    • De eso hace ya mucho tiempo, yo mostré interés por él mucho más tarde. Al principio estaba enamorada de Cristofer, no sé qué ocurrió.
Al salir del lavabo vieron a los chicos con claros signos de preocupación. Pensaron que las había pasado algo por todo el tiempo que llevaban desparecidas. Cada una se fue a parte con su respectivo chico. En la pista de baile estaban muy juntos Rebeca y Cristofer. En la barra, sin intercambiar palabra, René y Martín. Los bailarines, ya como pareja, era asombrosa la facilidad que tenía Rebeca para modificar sus sentimientos, se acercaron a los bebedores.
    • ¿Qué necesitáis vosotros para saber que estáis hechos el uno para el otro?

                                                              ♠ ♠ ♠

Un año después había una nueva mudanza en el edificio. Cada chica pasó a vivir con su chico. Al principio la convivencia fue más dura de lo que pensaban, aunque primero estuviesen al lado y casi siempre juntos, no era lo mismo que estar conviviendo. Consiguieron amoldarse, cada uno a su respectiva pareja, sólo así podrían durar.
Por motivos de trabajo, Martín tenía que viajar y sólo podía verse con René los fines de semana. Ella lo pasaba muy mal, no soportaba su ausencia, pero la distancia no hacía si no quererle más porque su amor se intensificaba cuando se volvían a ver. Él, por su parte, también se sentía mal pero logró acostumbrarse con el tiempo.
Rebeca y Cristofer también tuvieron sus dificultades, porque ella, como ya había sido engañada una vez, tenía miedo de que la volviera a ocurrir. A pesar del carácter tan abierto y despreocupado de Cristofer, él nunca le sería infiel y le molestaba el hecho de que ella lo pensara.
Todas las relaciones tienen sus problemas, porque no siempre son maravillosas, pero lo bonito está en superar los baches y salir adelante.
                                                         ♥ ♥ ♥

Como dice una frase que encontré en internet,
cuando un amor es verdadero resiste tiempo, distancia y obstáculos.”

martes, 5 de abril de 2011

Volvamos al pasado

¿Qué tienen en común Goethe, E. Allan Poe y Lord Byron? Pertenecieron al Romanticismo. Un movimiento que me atrae mucho porque me siento identificada. Las características principales son bien conocidas: egocentrismo, patriotismo, rareza, soledad, gusto por lo extravagante, lo antiguo...
   Los sentimientos apasionados, la tristeza, la melancolía, acuden a mí como el río al mar. A pesar de tener de todo, aunque siempre falta algo, y ese algo nos mantiene incompletos, infelices. Para hablar de los sentimientos tomo de ejemplo la obra Werther, de Goethe. Cómo el sentir se ve reflejado en el tiempo, el amor desbordante y no correspondido, arrastra al personaje, ese amor es el centro, el motor de la vida. La mayoría de los escritores de este movimiento tienen entre su biografía a un amor así que inspira las grandes obras. Así nacen los clásicos, así que si me pongo a ello a lo mejor hasta sale una buena obra.
   Si estuviese en un instituto americano como los de las películas, encajaría en un grupo, el de los solitarios. Resulta paradójico que los solitarios formen un grupo. Supongo que se trate de una mera forma de clasificación.
   Me siento como una actriz dentro de un guión interpretando el papel de escritora perturbada. Caminando sola, con la mirada perdida y sumergida en mi propio mundo. Imaginando, soñando, creando... Volver al pasado, cuanto mejor sería.
   Siento admiración por los cuadros de Caspar David Friedrich, son de una belleza espectacular, según mi opinión. Sabe captar la belleza de los paisajes, parece mágico.

   Todas las cosas tienen sus límites y yo acabo de encontrar uno aquí. Debía dejar de escribir porque estaba siendo más deprimente a cada palabra tecleada. Hoy no era buen día para escribir, ni tan siquiera un artículo llego a hacer... Pero escribir se ha convertido en una costumbre, en algo relajante y que me ayuda a calmarme. El hecho de que hoy no sea buen día para la escritura es el dolor de cabeza intermitente, el mal humor y lo principal: la falta de inspiración, que espero que no tarde en aparecer.

   Aquí queda esta cutrez que no debería ni de publicar.