lunes, 16 de mayo de 2011

Para el Taller de Escritura Creativa I

Nunca ví el escribir como una obligación, siempre, de forma espontánea, acuden las ideas a mí y me limito a reproducirlas antes de que se desvanezcan. Ahora que tengo que escribir algo para cumplir con mi deber no me viene nada. Encerrada entre cuatro paredes me siento prisionera y aislada, la inspiración está fuera.
Decidí salir para despejarme, fui a un parque cercano y allí me enfrenté a la hoja en blanco. Contemplo el paisaje y veo a unos niños felices, jugando con su skate, me evocan recuerdos de la infancia, libre de preocupaciones, sin grandes problemas...
Luego pasa un señor y me acuerdo de la película los 101 dálmatas, cuando dicen eso de que los perros se parecen a sus dueños. Al igual que el anciano, el can camina tras él pesadamente, achacado por el peso de los años.
A mi lado, en el suelo cubierto de césped hay cientos de margaritas, en un momento, me vuelvo un poco infantil y decido arrancar una para jugar: ¿me quiere o ni me quiere? Me gustaría saber a quién se le ocurrió ese juego. La flor me dice que sí pero el amor es más complicado.
El sol ilumina mi cara, pasa un tren y me viene esa antigua frase “hay trenes que sólo pasan una vez”. Es cierto, pero a veces, sentimos miedo y por cobardía no expresamos nuestros sentimientos, por timidez nos callamos y es así como muere una historia que no se llegó a completar. Tras esa persona especial vendrán muchas más pero siempre quedará ¿qué hubiera pasado si...? Pero hay que vivir con ello y aprender que no se pierde nada por decir lo que se siente, de vez en cuando te puedes llevar alguna grata sorpresa, si no tendrás la conciencia tranquila por al menos haberlo intentado.

viernes, 6 de mayo de 2011

Inspiración, inquietud II

Lo sé, segundas partes nunca fueron buenas, soy consciente de que no será nada “espectacular”, pero para librarme de esta inquietud que me perturba debo escribir. Correré el riesgo porque no tengo nada que perder.

Necesitaba un descanso, por un instante debía alejarme de la “Historia” y relajarme. Es una gran verdad esa de que el último examen es el que más cuesta. El día es fabuloso (cuando hay que estudiar es cuando el sol deslumbra con todas sus ganas), ¿puede haber algo mejor para despejar la mente que no sea contemplar la naturaleza? Un magnífico regalo he recibido. Antes de que el voluble paisaje cambiara cogí la cámara de fotos y ahí está el resultado. La realidad era mucho mejor que la imagen. Para muchos, no os dirá nada, pero en ese momento, la inspiración se coló por mi ventana.
El cielo, las nubes, la luna, siempre me han llamado la atención, tienen un magnífico poder de atracción. Si tuviese que clasificarme en alguna corriente literaria, creo que me quedaría en el romanticismo del siglo XIX.
Captar las nubes justo en esa forma tan peculiar me parece algo maravilloso. Al minuto ya se habían deformado. ¿Por qué las ví? El gran torbellino no tardó mucho en alcanzar a la seta, ya totalmente desaparecida... Las pequeñas espirales también se han esfumado, ahora solo queda un simple borrón blanco que cada vez se hace más grande, hasta que haga invisible el precioso cielo azulado.
La inmensidad del cielo te hace sentir insignificante, no eres más que un pequeño ser vivo que hoy le toca estar aquí y mañana, quién sabe, no eres inmortal, te vas a morir... Tarde o temprano sabes que ocurrirá. Lo más importante es vivir cada día y que al llegar la noche te puedas sentir orgulloso de que has hecho lo que querías, que no te rindes y que a pesar de las dificultades, te esfuerzas en conseguir aquello que deseas. Cada noche morimos para nacer al día siguiente, una nueva oportunidad para arreglar los errores cometidos, para alcanzar los sueños que en la fase Rem nos han sido revelados. Suena algo fantasioso pero ¿qué más da? La imaginación hay que utilizarla, todo es más llevadero si pensamos en que no existen los imposibles. “Todo lo que quieras siempre va a estar en tu mente” (tomada de una canción de Reincidentes), no puede ser más cierta...
Es increíble lo que una simple fotografía puede desencadenar en mi caótica mente, lamentablemente y no sin un gran esfuerzo, debo parar. Ya la dejé expandirse un rato, ahora toca hacerla trabajar. Por el bien de mi futuro inmediato aquí lo dejo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Inspiración, inquietud

Llegó la noche, es la hora de dormir, justo en ese momento, en mitad del silencio, el ruido se vuelve ensordecedor. Intranquilidad. Cerrar los ojos, como si fuera una película van apareciendo: imágenes. Una sucede a la otra y así hasta que por fin se esfuman. Invisible.
Llega el amanecer, despertar por la insistencia de los golpes. Niebla en toda la ciudad, vida y muerte. Insensibilidad. Nunca falla, es infalible, un día sigue a otro.
Vuelta a la rutina, bienvenido al mundo real, toca cumplir con los quehaceres y obligaciones. Necesitas silencio y es entonces cuando el mundo decide gritar. Siempre a contrarreloj, vacío existencial. Inquietud.
Siempre se dijo “querer es poder”, tener un ideal, luchar por ello y conseguirlo. Ilusión. Soñar y volar. No voy a caer. Con alas te persigue y te encuentra. Inspiración.
Cerrar las ventanas no impide que por las rendijas se cuele la luz. Imposición. El sol lo llena todo. A pesar de la tentación te entregas, las horas de estudio, por lo general, se ven recompensadas. Infierno.
Hacerle frente a las adversidades, vencer a cada una de ellas. Satisfacción. Nacido para cumplir objetivos, siempre querer más. Ambición. Necesidad, huir de este mundo, un bello camino posible. Imaginación.
Sentirse protegido, nada puede tocarte, nadie puede hacerte daño. Felicidad. Vivir en una jaula de cristal puede ser peligroso, es frágil. Una leve fragmentación puede hacerla añicos. Se rompe en mil pedazos, su interior queda al descubierto. Soledad, frustración. Alea iacta est.

No trates de entender lo que carece de lógica. Si lees buscando un sentido no lo encontrarás. Sólo los locos podemos descubrir las ideas entre tanto caos.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Había una vez...

Había una vez una joven universitaria, que a pesar de tener el sueño descontrolado no se había quedado dormida ni una sola vez, nunca había perdido el autobús y se sentía contenta por ello. En los casi tres meses de clase siempre llevó la misma rutina, unas veces más justa, otras sobrada, pero siempre a tiempo.
Empezó el año, pero no el cuatrimestre, seguía en el mismo. Primer día de clase del año, fue perfecto, todo genial. Y, como sucede siempre, a todo gran momento de máxima felicidad le sigue un bajón. Tal vez, no debiera generalizar, ya que puede que esto no le ocurra a todo el mundo, pero sí a nuestra joven. Estamos ante una persona bastante sensible y sentimental, hasta el más mínimo detalle puede afectarla en gran medida. Esa podría ser la causa de que no tenga término medio, tan pronto está en la cima como acaba por el suelo...
El segundo día ya fue diferente y la gente lo notó. “¿Qué te pasa?” preguntaban continuamente. “Nada, sólo que estoy cansada” respondía. Aunque había tomado medidas para su alteración con el sueño no habían resultado muy eficaces. El día fue extraño, estaba como ausente pero a la vez pendiente de todo. Pasar toda la tarde en la biblioteca no ayudó a su situación, estudiar era una ardua tarea. Parecía que el día no tenía fin. No se dejó engañar por el cansancio, ya que muchas veces se sintió así y luego no se dormía. Por esta razón, volvió a tomar medidas con la esperanza de que esta vez resultara más eficaz.
Se sintió genial, notaba el efecto y era maravilloso. Poco a poco perdía la conciencia de sí misma y no tardó en quedarse dormida. Se despertó sobresaltada, por costumbre tocó el teléfono y se dio cuenta de que la alarma no había sonado: ¡eran las 3 de la madrugada! Medio a oscuras se levantó. Si no estaba soñando nada, y tampoco había sonado el móvil, ¿qué la había despertado? Fue a beber agua y vio que por el espacio entre la puerta y el suelo entraba luz: había alguien en el pasillo y estaba haciendo mucho ruido. Era extraño pero el ruido era como de cristales rotos, bueno, más bien, escuchó cómo se rompían...
El siguiente sonido que oyó fue el de la alarma, esta vez sí. Se sentía descansada así que no se demoró entre las sábanas. Le vino a la mente el recuerdo de la madrugada, ¿había sido real? Fue una situación rara, no recordaba haberse metido a la cama y, sin embargo, allí estaba. Tal vez lo había soñado todo... Vio la botella casi sin agua, por la noche estaba llena, así que sí había ocurrido todo.
No sabía qué era peor, si dormir poco y mal, y amanecer con pequeños cortes o con misteriosos golpes que no estaban allí la noche anterior o descansar parcialmente, levantarse en mitad de la madrugada y no recordar en qué momento se había acostado.
A menudo, le preguntaban el motivo de por qué se levantaba dos horas antes, aunque en realidad era una hora y media, cuando con media hora sobraba. Es posible que tenga razón, de hecho, hubo un día que se preparó en un cuarto de hora... Pero le gustaba tomárselo con calma, sin prisa. Así, para cuando empiece la clase estará más despejada.
No se sabe qué hizo hoy pero se le pasó el tiempo muy rápido. Lo normal sería salir a las 8 menos cinco de la habitación, pero salió a las 7:57. Bajó casi corriendo las escaleras, llevando un bolso con una carga que sobrepasa los 3 kg, son cuatro pisos. Una vez en la entrada se detuvo a saludar a un conocido y a mirarse un instante en el espejo. Salió a paso ligero, no podía ir corriendo porque sería sospechoso. Tras cruzar la puerta lo vio, allí en lo alto: el autobús. Corre hasta el paso de peatones, semáforo en rojo, se pusieron de acuerdo todos los coches para pasar. Pasa ante sus ojos el transporte que debía coger. Los coches no están cerca, me da tiempo. Cruza rápida la carretera, corriendo como si fuese una carrera de 100 metros lisos, aunque eran algunos más hasta la parada. Ves cómo se sube el último señor y, a continuación, se cierran las puertas. Sólo has llegado hasta la mitad del bus. Harías un último esfuerzo por seguir corriendo e intentar que el chófer parase pero no puedes. Justo al lado de la marquesina hay césped rodeado por un peligroso (sería fácil que tropezaras) bordillo, pero no se queda ahí la cosa, ahí mismo hay una farola. Ese cúmulo de obstáculos hicieron que perdiese el bus.
Maldiciones salieron por su boca. Había próximo otro paso de peatones y un chico ahí parado que lo había visto todo. Se quedó mirándola. El semáforo estaba en rojo para los peatones, pero los coches estaban parados. ¿Qué más da correr un poco más? Había luego otro paso de cebra, era horrible, ahí no lo respeta casi ningún coche. Los amables conductores la vieron llegar corriendo, su mirada al reloj... ¡La dejaron pasar! Si se daba prisa todavía podía coger otro bus. En el camino, descargó su furia propinándole un puñetazo a un pivote, de esos que parecen un saco de boxeo, se sintió un poco aliviada. Paso muy acelerado, escaleras, pasarela, cuesta del parque casi corriendo, paso de peatones (¡libre!), breve distancia a la marquesina. Sin aire, sofocada... El chico que hay se queda mirando extrañado, veo pasar el bus. Genial, había perdido otro. Tanto correr y ahora tenía que esperar 20 minutos.
Menos mal, que a pesar del incidente no llegaría tarde a clase, ya que siempre llegaba con media hora de antelación, salvo hoy que tendría sólo un cuarto de hora.
Cuando llegó no vio a casi nadie. La clase estaba a oscuras, había un chico durmiendo y una chica camuflada en la oscuridad. Se fue nuestra joven a su sitio habitual con una idea en mente. Tenía que escribir.

martes, 3 de mayo de 2011

Gilipollas (canción)

Una vez más
hoy me siento gilipollas.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?
En mi cabeza
dudas existenciales
¿de dónde venimos?
¿hacia dónde vamos?
¿qué sentido tiene una vida?

Vagando sin rumbo
pensamientos vacíos
cabeza hueca.

Una vez más
mi mente se colapsa
y no puedo dormir.
Como un zombie camino
en mi cara sólo se ven las ojeras.

Vagando sin rumbo
pensamientos vacíos
cabeza hueca.

Dejar pasar el tiempo,
reír, llorar,fingir,
tristeza o felicidad.
En eso pasa una vida,
no somos nada.

Vagando sin rumbo
pensamientos vacíos
cabeza hueca.

Que pasen los años
y se borre nuestra existencia.

lunes, 2 de mayo de 2011

¿Fácil elección?

Tienes hambre y para que se te pase debes comer. Pero no puedes alimentarte con cualquier cosa, sólo puedes elegir entre dos: un plato de sopa o canapés. Aquí te encuentras con el dilema. Por un lado, prefieres quedarte con la sopa, ya que te encanta y es algo clásico. Pero por el otro, te interesan los canapés, es algo novedoso y sientes curiosidad.
Si realizamos una lista de pros y contras veremos quién gana...
En favor de la sopa diremos que está riquísima, es un plato tradicional, bien conocido, nos alimenta en condiciones, nos aporta muchas cosas. En resumen, muchas posibilidades de ser elegida. En su contra se podría decir que es posible que nos falte de saber alguno de sus ingredientes, y tal vez, esa información sea fundamental. De hecho, esa es la clave que nos decidiría saber si queremos o no la sopa.
Los canapés tienen a su favor su aspecto, se presentan muy agradables a la vista, vemos el ingrediente clave que desconocemos si está o no en la sopa, son algo nuevo. Son apetecibles. En contra de ellos tenemos el hecho de desconocer la mayor parte de los ingredientes, no son comunes, son algo desconocido. Tenemos miedo a elegirlo y que tal vez no nos guste, quedando así sin solucionar nuestro problema y habiendo perdido el fiable plato de sopa.
No por el motivo antes dicho, debemos elegir la sopa sin dudarlo, ya que, repito, no sabemos algo fundamental. Imaginemos que somos hipertensos, ¿lleva sal la sopa? Ése es el problema, no lo sabemos y tememos arriesgarnos. Si así fuera podríamos salir perjudicados. No podemos preguntarle a nadie, estamos solos ante la comida y es evidente que al plato de sopa no le vamos a hablar.
¿Cómo obtendremos la respuesta? ¿Qué hacer en esta situación?

domingo, 1 de mayo de 2011

Esperanza

Ocurrió. Reparamos en nuestra mutua presencia. Ejercicio de clase: digo 2 verdades y una mentira, toca adivinar. Sólo tú respondes, mirándome sonriente “la segunda”. Y yo te devuelvo la sonrisa y digo que no. Más tarde, esperando al bus, tú estás al lado, con tu música, mientras yo hablo con mis amigas. ¿Escuchabas?
En el bus te sientas, donde no te corresponde, pero no importa. Me quedo de pie en frente tuyo, en uno de los huecos para los carritos. Y entonces, todo sucede a la vez. Debo ceder mi sitio a un cochecito de bebé, mientras tú haces lo propio con una anciana. Nos juntamos en el espacio central, una mirada, una sonrisa. Cada uno con su banda sonora. Me pregunto qué música escucharás.
Movimientos bruscos en el autobús, me agarro para no caer. ¡Qué vergüenza si me caigo encima tuyo! Otro bamboleo, y quedamos a escasos centímetros. Una sacudida, y siento que no puedo más. Un frenazo, esta vez no pude evitar perder el equilibrio. Extiendes tus brazos para sujetarme, mi pecho agitado, arriba y abajo, tus manos en mi cintura, firmes. Noto tus ojos fijos en mí y no me resisto. Tus brazos se cierran en mi espalda, te inclinas sobre mí y nos abandonamos, ajenos al bullicio de la gente. Besos largos, cargados de deseo, liberando la represión de tanto tiempo con simples juegos de miradas.
Me despierto. Me había quedado dormida de pie. Miro a mi alrededor y te veo sentado, mirándome y sonriendo. No sé si es una sonrisa inocente o te ríes de mí por mi abstracción...
Momentos de tensión, verte y sentirte tan lejos. Por fin, mi parada. Me apeo, por suerte, conseguí evitar mirarte. Una vez abajo, me peino, pues el viento me ha revuelto el pelo. De pronto, intuición. Miro hacia ti y te veo en tu asiento, con el cuello estirado, cual jirafa, mirándome... Sonrío, a lo mejor los sueños, no son sólo sueños.