jueves, 25 de agosto de 2011

Para el Taller de Escritura Creativa IV


DESDOBLADOS

Mi mujer y yo celebramos nuestros diez años de feliz matrimonio con una cena romántica y en los postres ella me confesó que sus días no tenían veinticuatro horas sino cuarenta y ocho. Y que ella en lugar de tener una vida tenía dos: una conmigo y otra con otro.

El otro no era si no yo mismo, pero en otro tiempo, cuando todavía no la maltrataba. Cuando éramos una pareja feliz y yo no estaba alcoholizado. Está claro que el feliz de la primera línea tiene cierto tono irónico, pues hace tiempo que no somos capaces de vivir así.
Las 48 horas de su día se deben a que trabaja en jornada de mañana y tarde, aún así, es ella la que se encarga de las tareas de la casa.
¿Por qué sigue conmigo? Porque vivía con miedo, a terminar muerta, “como esas que salen en el telediario” me dice. Es entonces cuando yo la digo que la quiero y la prometo que no se volverá a repetir.
Hace un mes que cumplí mi promesa, entré en rehabilitación y llevo todo ese tiempo sin beber. Pero hoy es nuestro décimo aniversario, lo estamos celebrando, así que tomé una copa. Ella me miró preocupada, pero la dije que estuviese tranquila, que no era nada. Pero no fue así. Poco a poco bajaba la botella.
Ahora estoy en la cárcel y lo último que recuerdo de esa noche es ver entre mis brazos el cuerpo sin vida de mi mujer.

Nota: lo escrito en negrita no es mío si no de Marcos Díez Manrique.

Para el Taller de Escritura creativa III. SECUESTRADA


  • ¡Socorro! Por favor, sacadme de aquí – gritó con todas sus fuerzas-. Por favor, por favor... - Su voz se apagaba y se convertía en sollozo.
                                                                                                        ♦ ♣ ♦
Silvia era una alocada joven de 18 años con muchos pájaros en la cabeza. No hacía nada de provecho, pero nunca paraba en casa. Desde hacía unos meses estaba ocupada en la organización de un concierto, ella no era la encargada, sino que quería acudir.
El concierto en cuestión era en realidad un festival, 3 días de música casi ininterrumpida, rock principalmente. Lo tenía casi todo planeado: había comprado las entradas, había calculado la ruta (por la carretera de la costa, poco más de 2 horas y media), sólo la faltaba alguien que la llevara.
A un mes del gran acontecimiento decidió solucionar su principal problema, el transporte. Se dirigió a una zona apartada de la ciudad, con escaso control policial. Rápidamente reconoció el vehículo de su amigo Rubén, la volkswagen Bully verde destacaba a bastante distancia. A medida que se acercaba podía leer claramente la inscripción con la que había decorado su amigo la furgoneta: “Sexo, droga y Rock and Roll”. Era su lema de vida.
Golpeó 3 veces la puerta y dijo: - Ben, abre que soy yo.
Su amigo la dejó pasar y dijo: - te he dicho que odio que me llames “Ben”.
  • Lo sé, pero es que así sabías quién era.
Una vez en el interior, se sentó junto a él en el mugriento colchón. Él la ofreció un espejo que tenía en la superficie un polvo blanquecino. Ella se sacó un tubo del bolsillo y esnifó. Sorbió por la nariz y le sonrió. Al mirarle, supo que él había hecho lo mismo poco tiempo antes. No tardaron mucho en tumbarse y en entregarse el uno al otro. Al acabar, hablaron:
  • Vengo a pedirte una cosa.
  • Espero que no sea más droga o me arruinarás, tu método de pago no me sale muy rentable económicamente.
  • No, tranquilo, es otra cosa, quiero que vayamos al festival, sólo tú me puedes llevar.
  • Pero perdería 5 días, ¿quién se encarga del negocio?
  • No te preocupes, tengo a alguien de confianza que podrá hacerlo. Además, en compensación a lo bien que te portas conmigo te he comprado la entrada.
  • ¿Y de dónde has sacado el dinero? Tú no trabajas.
  • Bueno, hice algunos trabajitos y conseguí el dinero para las entradas y para llenar el depósito.
  • Está bien, iremos, prefiero no preguntarte en qué consistieron esos trabajillos, viniendo de ti, seguro que no era nada decente.
                                                                                                   ♦ ♣ ♦
A dos días de marcharse ya estaba todo preparado. En un saco Silvia había metido un poco de ropa para cambiarse. Sobre una silla tenía sus vaqueros más cómodos y la camiseta de su grupo favorito.
El día antes, estaba muy nerviosa, por una vez en su vida tenía un propósito, un sentido, algo por lo que mereciera la pena levantarse al día siguiente. Si no fuera por eso, su estilo de vida era en gran medida autodestructivo, únicamente consistía en drogarse (con todo tipo de sustancias, sin despreciar ninguna), divertirse, escuchar música y acostarse con Rubén para pagarle las dosis.
El día antes del concierto se pusieron en camino por la mañana, con la esperanza de encontrar buen sitio, aunque seguro que allí habría gente desde hace varios días, pero ellos no podían dejar descuidado el negocio tanto tiempo.
El viaje se hizo más largo de lo previsto porque se desviaron para conocer algunos pueblos. Finalmente, llegaron a su destino y pudieron encontrar sitio. Exploraron la zona, era una amplia explanada donde ya estaban casi instalados los escenarios. Vieron a la gente que se preparaba la comida en barbacoas. Ellos no habían traído nada, salvo latas de cerveza y droga, mucha droga, con la intención de poder vender algo. Lo consiguieron y pudieron celebrarlo en ese idílico ambiente, a su manera... Fueron 3 días de total desenfreno en los que no durmieron ni una hora, lo más increíble es que ni siquiera se sentían cansados, y eso que no habían parado.
El quinto día era para regresar, esta vez sin descansos. Rubén estaba listo para marchar, pero no encontraba a Silvia. Había dicho que se iba a buscar un baño y todavía no había regresado. Se empezó a preocupar por ella, ¿y si la había pasado algo? Decidió ir en su busca. Apenas había dado dos pasos cuando la vio, iba hacia él corriendo y gritando.
  • ¡Arranca, arranca!
Sin comprender nada la hizo caso. A toda velocidad marchaban de allí. Silvia no paraba de reírse y Rubén, de vez en cuando, la miraba.
  • ¿Me vas a contar lo que te pasa?
    Silvia se fue a levantar la camiseta.
  • Eh, nena, creo que no es el momento de...
  • No seas idiota - dijo ella.
    Se sacó una bolsa que se había atado al sujetador para que no se le cayera al correr, de ella empezó a sacar carteras.
  • ¿Estás loca? Nos acabas de meter en un buen lío.
  • Claro, que la cantidad de droga que llevamos aquí es legal, ¿no? No me hagas reír, Rubén.
    Por encima de su música oyeron una sirena, al mirar por el retrovisor se dieron cuenta de que estaban siendo perseguidos por la policía. Silvia volvió a reír, entre carcajadas dijo:
  • Acelera Rubén, como en las películas.
  • La diferencia, es que esto es la vida real, joder, podemos ir a la cárcel.
    Rubén sabía de lo que hablaba, con 22 años ya había estado encarcelado. Ahora, con 27 la pena sería mayor por ser reincidente. Sin saber cómo, consiguieron despistar a los maderos. Respiraron aliviados. Ella se preparó un porro, le dio dos caladas y con una sonrisa se lo pasó a él.
  • Toma y perdóname, que no es para tanto...
  • Sabes que si nos detienen yo acabaré peor que tú. Hoy te has pasado, no debías haber hecho eso, no necesitamos el dinero, me tienes a mí, ¿por qué lo has hecho?
  • Porque en una semana es el festival y necesito el dinero para las entradas.
    Rubén se quedó mirándola, casi tienen un accidente por eso, pero en el último momento pudo evitarlo. Fue el resto del camino pensando en Silvia, de vez en cuando tenía momentos de lucidez, en ese instante tenía uno y se percató de que algo iba mal en ella. El único festival que había era en el que acababan de estar, hasta dentro de un año no volvía a ser. Parecía que Silvia se había quedado atrapada en ese momento, el único objetivo que había encontrado en su vida no quería que terminase. Su mente no fue capaz de asumirlo. Él no sabía cómo podía ayudarla, su familia no se preocupaba por ella, como si no existiera, él era lo único que tenía. Rubén se lamentaba, no tenía que haberla dado nada cuando acudió a él. Sin embargo, no pudo evitarlo, se había sentido atraído por ella. De eso hace ya dos años y no se esperaba acabar así.
                                                                                              ♦ ♣ ♦
    Le dolía mucho esa situación y era arriesgado para él, pero era lo correcto. Engañada la llevó a un centro de desintoxicación.
  • Rubén, ¿por qué venimos aquí?
  • No te preocupes, sólo vengo a visitar a un amigo.
  • No creo que seas la visita más apropiada... - ella rió.
    Su risa se cortó en radical cuando vio lo que pasaba en realidad. Le miró, con ojos tristes él rehuía su mirada. Se puso histérica, hicieron falta varias personas para poder sujetarla. La llevaron a una habitación y la amarraron a una camilla para poder sedarla.
  • ¡Socorro! Por favor, sacadme de aquí – gritó con todas sus fuerzas-. Por favor, por favor... - Su voz se apagaba y se convertía en sollozo.