domingo, 25 de septiembre de 2011

A mi amor

Hay dos palabras,
suele costar decirlas
pero a mí nada.
Te quiero.

Te quiero,
por estar siempre conmigo,
por no fallarme,
por adaptarte a mí perfectamente,
por tolerar mi música,
por hacerme feliz.

Tuve miedo con la operación,
pero ahora estás mejor que nunca.
Recuperado eres una maravilla.



Porque ya llevamos un año,
te quiero.

Se dice que no se debe amar
a las cosas,
pero no eres una cosa.
Querido, tú eres más que eso,
fiel compañero,
que incluso enfermo
me demuestras tu amor
más sincero.

Porque si Juan Ramón Jiménez escribe a su coche,
yo también puedo.



viernes, 23 de septiembre de 2011

Espejito, espejito...

En el mundo tiene que haber de todo: gente guapa o fea, alta o baja, flaca o gorda, etc... También hay términos medios, y casos a parte sin remedio.
La cuestión que voy a tratar es la de flacos y gordos puesto que considero que es “fácilmente” alterable. Es algo que está en cada uno cambiar, sólo hace falta querer. Pues hay muchos gordos conformistas que no sólo se ven horribles (sí, esclava y víctima de la sociedad superficial, culpable) si no que pueden tener problemas de salud y lo peor es que son felices así. Bien es cierto que hay gente con sobrepeso por enfermedad, pero se puede ir al médico y ponerse en tratamiento. También nos podemos poner a dieta, hacer deporte... No sólo nos veremos mejor físicamente, si no que ganaremos en salud.
Por otro lado, están los extremadamente delgados, que tienen la batalla contraria a los otros, se esfuerzan por engordar. ¡Qué mal repartido! Unos dejando de comer y otros sin parar de hacerlo. Yo, la verdad, envidio a esa gente tan delgada que no hace más que comer “porquerías” y no engorda un gramo. Bien es cierto que hay gente así por enfermedad, que puede ser natural o buscada.
Lo ideal sería estar delgado, pero una delgadez sana y no enfermiza, esquelética. Fácil de conseguir como dije con dieta y deporte. Aunque con el deporte hay que tener cuidado también. Puedes hacer una serie de ejercicios adecuados, controlados u obsesionarte, llegar al extremo de querer más y más, nunca ser suficiente (¡hola vigorexia!).
Creo que es todo muy complicado, es difícil encontrar el equilibrio y no obsesionarte con aquello que te preocupe. ¿Cómo encontrar el límite? ¿Cómo saber cuando parar? La mayoría de las veces tiene que ser por una causa externa, puesto que nosotros mismos no somos capaces de verlo, la mente nos juega muy malas pasadas. Gordos que se ven bien en el espejo, delgados que se ven gordos, musculosos que se ven esmirriados, debiluchos que se creen fuertes...
“Espejito, espejito, ¿quién es la más gorda del reino?”

La sociedad, lamentablemente, es muy superficial, si no te correspondes con el canon de belleza general te ves apartado, humillado, no te aceptan. Pero, ¿quién establece el canon? Y lo peor, ¿por qué nos esforzamos en alcanzarlo? ¿Por qué lo seguimos?
En el fondo, la culpa es únicamente nuestra, por aceptar la situación. Pero no podemos luchar en su contra, lo aceptamos y todo por no querer ser rechazados. Nos preocupamos tanto por el aspecto físico que nos olvidamos de que lo realmente importante está en el interior (la típica frase de los feos se suele decir), y no lo digo por tener una belleza huidiza, si no porque en el fondo es verdad. El físico se pierde con los años (aún dejándonos un dineral en cirugía plástica) pero el interior permanece inmutable. ¿Soportarías después de unos años a alguien que sólo te gustaba por su físico y tiene la cabeza hueca?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Delirios oníricos

Sabía lo que ocurriría. Sabía que la señora de rojo se tropezaría, que pasaría en bici un chico vestido de azul y que el niño de amarillo se echaría a llorar porque su madre no le consentía algún capricho. Y si sabía todo eso es porque ya lo había vivido, lo soñó la noche anterior.
Seguía pasmada ante la idea. ¿Cómo podía saber lo que iba a pasar? Era consciente de lo maravilloso de su situación, si soñaba con alguna desgracia ¿podría evitarla? Estaba ansiosa por ir a la cama y volverse a dormir, a ver que ocurría... No pudo saberlo.
Ni tan siquiera se había despertado y se dio cuenta de que estaba dormida, era un sueño dentro de otro sueño. Esto la desubicó todavía más, ¿cómo era posible ser consciente de estar soñando?
No la dio tiempo a pensarlo, ya estaba en otra parte. De repente estaba en una fábrica, pero era muy rara. Era una mezcla de colegio y casona de 4 pisos. No supo qué se fabricaba, sólo veía un orden perfecto, cada uno en su lugar, no podía moverse ni de su planta ni de su sitio. No había lugar para los cambios, pero se estaba bien, todo era armonía, dividida en 4 fases.
Sin embargo, nada era real. De noche todo se transforma y llegó el caos. La gente abandonó su puesto, corría de un lado a otro como huyendo de algo. Dieron con el acceso a las escaleras y cada uno se dirigía feliz hacia el descubrimiento de aquello que desconocían. Armando alboroto, con gran jaleo aquello se descomponía, se había roto la estructura perfecta e idealizada.
Escapó de allí, no podía soportar esa degeneración. Sin saber cómo, había acabado bajo la lluvia, en plena calle, desorientada. ¿Qué hacer? “Ve hacia la luz” le dijo una voz. ¡Joder! ¿Estoy muerta? Dejó de pensar en ello al ver la mencionada luz.
Era un barrio apartado compuesto por chalets adosados, con su respectivo jardín, bien cuidado. Todos tenían alguna luz de la casa encendida, salvo uno, en el que decidió colarse. Inexplicablemente sólo tuvo que girar el pomo para entrar, no tuvo más complicación. Desde la entrada pudo apreciar el exquisito gusto con el que estaba decorada la estancia. ¿Quién viviría allí? ¿Habría alguien en la casa? Esperaba que la respuesta fuera negativa. Se fijó en una mesita que tenía frente a ella, al pie de la escalera.
Allí había un cestillo con cosas varias, tales como llaves, chicles, cigarrillos, un boli y una pequeña libreta. Decidió curiosear y encontró algo que no esperaba en absoluto. Resulta que en ella había fotos y datos sobre unas personas, que sin conocerlas de nada, supo que fueron antiguos inquilinos. Estaba tan abstraída que ni se percató de que alguien bajaba la escalera.
Varón de metro ochenta, entre 24 y 27 años aproximadamente, rapado entero, con 3 piercings en la oreja izquierda (dos aros en el lóbulo y un palo con bola en la parte de arriba), perfectamente afeitado, un tono de piel ni muy blanco ni moreno. Descalzo, con una toalla a la cintura que dejaba ver unas piernas melenudas y un pecho perfecto, sin un solo pelo y unos abdominales bien marcados, todavía húmedos tras la reciente ducha. Se detuvo a mitad de la escalera al ver a la chica. Ella interrumpió su lectura al notar un leve cambio en el ambiente, dirigió su mirada a la escalera y lo vio.
Vivieron unos momentos, de tiempo indefinido, muy tensos, en los cuales se dedicaron a hacer un estudio rápido del otro. De él poco más se podía decir, salvo que tenía unos ojos marrones (casi negros), increíblemente penetrantes, que intimidaban a la vez que atraían a la joven. El primer impulso del hombre era echarla de allí, pero algo se lo impedía. La veía muy delicada, débil y vulnerable, además de empapada tras caminar bajo la lluvia. Él rompió el silencio:
  • ¿Quieres una toalla para secarte?
Ella quedó sorprendida por la amabilidad que mostraba, y sobre todo, por el hecho de que no la echara de su casa. Sabía que eso sólo era posible por el lugar donde se encontraba, lejos de la realidad, una pequeña parte era consciente de ello, la otra se empeñaba en negarlo, quería disfrutar. Y se dejó llevar por el momento.
  • Gracias, sólo espero que no sea la que llevas puesta...
Él sonrió y subió las escaleras. Se vistió de forma rara para quedarse en casa: estilo montañero, con esos pantalones típicos de color beige y una camiseta negra de manga corta. Apareció así ante ella y con una gran toalla en la mano. Ella se envolvió entera. Él la aconsejó darse una ducha caliente para entrar en calor y que no se resfriara. La llevó hasta el baño y dejó una camisa suya para que se pusiera, ya que no tenía otra cosa.
En el salón a la izquierda de la entrada, esperaba Juan (así se llamaba el hombre) fumándose un cigarro y pensando qué rayos estaba haciendo dando cobijo a una completa desconocida. Mientras, ella se despejaba con el agua y pensaba qué haría cuando saliera.
Se había apurado el pelo, pero aún así lo tenía mojado, llevaba la toalla a modo de vestido de palabra de honor. Iba a bajar para preguntarle si por casualidad tendría un secador. Con un repentino mal humor, ante la sospecha de estar con una ladrona, Juan había subido al piso de arriba y tras encontrar su habitación en perfecto orden fue a mirar si ella estaba en el baño. Sin querer, la golpeó con la puerta en la cara. Estela, era ella, se llevó las manos a la nariz, que había comenzado a sangrar al instante, al ver la sangre se desmayó.
Él comprendió que se había equivocado, estaba ante una buena persona que por motivos desconocidos había llegado hasta él. La limpió la sangre, la llevó en brazos hasta su cama y allí la dejó tumbada. Una vez interrumpida la hemorragia decidió despertarla, pues se sentía muy incómodo ante su presencia, tan ligera de ropa...
Estela sonrió y le pidió disculpas. Juan la tranquilizó diciendo que no pasaba nada y la pidió, por favor, que se vistiera. Aún mareada, acertó a levantarse y llegar hasta el baño. Se puso una muda y la camisa blanca, semitransparente, que además de no ser muy larga, dejaba poco espacio a la imaginación para adivinar los detalles de su cuerpo. Ella había notado la rápida conexión que entre ambos se había establecido. Asomó la cabeza por la puerta del baño.
  • Tengo un problema. ¿Cómo te llamas?
  • Juan, ¿mi nombre es un problema?
  • No, pero mi aspecto sí.
  • Mmm...
  • Estela.
  • Bien, Estela, no creo que suponga un proble...
No pudo acabar al verla. La noche dejó de ser fría, dejaron de ser dos...

Se hizo de día y no habían dormido nada. Entre tanta gente que hay en el mundo se habían encontrado, era casi un milagro. ¿Quién puede afirmar con tanta seguridad hallarse ante su otra mitad? Así se durmieron.
Estela despertó con una sonrisa en los labios, se giró en la cama y con lo único que se encontró fue con su almohada. Comprendió lo ocurrido, ahora estaba en el mundo real, Juan no existe. ¿O tal vez sí? Se puso a recordar, no sin dificultad, todo lo que había soñado. ¿Y si ocurriera como en su sueño inicial? Quizá fuese capaz de adivinar su futuro, a lo mejor, bueno, más bien a ciencia cierta, no pasase tal cual pero la dio esperanzas. En algún lugar Juan existía y algún día ambos se encontrarían, intuía que el momento ya no estaba lejos. Sin embargo, hasta que llegara ese “príncipe” todavía tenía que estar con muchos “sapos”, pues si no conociera a ninguno no podría darse cuenta ni distinguir a ese hombre especial entre el resto. No puedes saber cuál es tu plato favorito si sólo conoces una comida, es evidente cuál sería, por eso, lo mejor es tener una dieta variada, disfrutar con cada alimento y luego decidir.

viernes, 16 de septiembre de 2011

1.08.2011

Un año después, mismo sitio, en el mismo lugar y algunas caras ya conocidas. Mismo profesor, que esta vez me dará clase el año que viene. Mismos problemas técnicos, mismo retraso en el horario, con la salvedad de que esta vez tuvimos el material a tiempo. Afortunadamente, el mismo alcalde inaugura el curso, pues sin su apoyo no tendrían lugar ni el curso ni las conferencias vespertinas.
Un año después, tras mi primer año de carrera, espero venir con más conocimientos, comprender mejor aquello que tratan de enseñar: la relación del hombre con las cuevas, ¿qué significan los muertos en las cavernas?
Un año después, muchas cosas han cambiado, mi entorno no es el mismo, mi estilo de vida tampoco es igual y ni mucho menos yo soy la misma. Se empieza mes y semana, lo que para mí, que siempre me fijo en los pequeños detalles, al igual que Amélie, lo considero una señal. Una oportunidad para comenzar algo, ¿por qué no hacer una lista de propósitos? Algo que evidentemente vaya a cumplir. Bueno, por lo pronto, un objetivo que requiere mi atención inmediata es atender, así que me veo obligada a dejar de escribir esto y concentrarme en “los primeros testimonios de enterramientos humanos”.
Volveré y espero que con alguna historia interesante, tengo varias ideas y por lo que se ve, Ramales no está tan mal, por algún motivo que desconozco me ayuda a escribir. Llegué ayer y escribí, ¿volveré al ritmo de relato por día?

jueves, 15 de septiembre de 2011

Desahogo

Esta no es la clásica historia que escribo siempre, a modo de amuleto, antes de un examen, está claro que debo dejar de ser tan supersticiosa... Simplemente es un desahogo, porque por experiencia sé que cuando algo me preocupa y lo plasmo en un papel, al instante me siento como liberada, como si todo hubiese pasado y no tuviera que preocuparme por nada.
Algunos ya sabréis a qué se debe, otros no, no importa, ahora os enteraréis.
Resulta que me mato a estudiar, paso los días en la biblioteca: ESTUDIANDO. Llega el examen y una parte me salió bien y otra regular, pero bueno, seguro que aprobaba...
Pequeña ilusa, menudo pokerface al ver ayer el tablón de anuncios... Fui a la Universidad para poder conectarme (sí, sigo sin internet...) y por curiosidad miré hacia el tablón y vi que había una hoja. Me acerqué y leí: Historia del Pensamiento. Busqué mi apellido y dirigí mis ojos hacia la nota: 2. ¡No es posible! Volví a mirar: 4. Pero por mucho que mirara la nota no volvía a multiplicarse. El error fue que había mirado la calificación del compañero de abajo.
Me conecté y en el correo de la Uni tenía de nuevo mi suspenso y las horas para la reclamación del examen. Ya sé que por reclamar no voy a aprobar, pero al menos, sabré qué demonios hice en el examen...
La mayoría me conocéis bien y sabéis lo fácilmente que me derrumbo, para mi sorpresa, todavía no he llorado. Pero sí me siento fatal, aunque cargo de conciencia no tengo, estudié... Hablar con amigas y amigos ayuda mucho, y también, saber que me mi madre no se ha enfadado conmigo.
Supongo que esto es una experiencia más, ahora ya puedo decir una frase... Pero ahora que me afecta a mí no me hace tanta gracia: Siempre nos quedará septiembre.
Por supuesto, es de cajón que no quiero suspender ninguna más. Pero es que tampoco quería suspender esa, así que no sé... La de Análisis de la Escritura y los Documentos, lo que viene siendo Paleografía y Diplomática, estoy convencida de que me salió bien. Además es lo que quiero estudiar, así que como suspenda esa, creo que debería replantearme dejar la carrera y buscar un trabajo... Inglés es mañana, estoy agobiadísima, sí por supuesto que estudio, siempre me quedo sola por la noche-madrugada en la Biblioteca, pero es que no sé cómo será el examen... ¡Estrés! Y luego nos queda Arqueología, tampoco tengo idea del tipo de examen que pondrá...
Bueno, aunque me haya estresado escribiendo, creo que sí me ha ayudado. Y sobre la historia (la Crónica), tengo ya varias ideas de cómo seguirla, pero temo no estar a la altura de lo que esperéis tras la otra, así que igual tardo en escribirla... O la escribo hoy, no sé.

[Nota: están todas aprobadas y esa asignatura recuperada ^_^]

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Crónica de una moribunda exagerada III. El regreso

Es de noche, tarde, muy tarde... Sola en la biblioteca, en silencio, con la luz blanquecina iluminando los apuntes en mi parte de la mesa. Sentada frente al gran ventanal que me regala una panorámica espectacular de la tormenta. La sala queda iluminada por un rayo, prosigo con el estudio a la espera del gran estruendo. De repente, se abre la puerta y me sobresalto. Eso no me lo esperaba. Me giro y veo a un compañero, sonriente por el bote que pegué.
  • ¿Estudias por la noche?
  • Mañana, tarde y noche... ¡Qué remedio! Mañana tengo examen.
  • Bueno, pues nada, ¡suerte!
Y se va. ¿Y el trueno? O no lo hubo o no me enteré, ¡qué extraño! Cuidadosamente oigo como se abre la puerta, chirría, pero no escucho que entre nadie y tampoco veo a nadie fuera. Seguro que me están gastando una broma, los chicos siempre están igual... Continuo con mi tarea y la puerta se cierra ruidosamente, no hago caso. La lluvia azota con furia contra los cristales, pero por encima de eso se escucha claramente una voz, esa que pensé que nunca tendría que volver a oír...
Así que tienes examen mañana, ¿eh?” Levanto la vista de mis hojas y le veo. No eres real, son imaginaciones mías, me repito una y otra vez. Tal vez, me haya quedado dormida estudiando, sí, eso tiene que ser. “Irene, no seas ridícula, con todo el café que has tomado es imposible que te duermas.” En una esquina sobre la mesa se van acumulando los vasitos de plástico vacíos y algunas latas, los contemplo. “Te noto muy cambiada desde la última vez, pero no estás curada y lo sabes. Por cierto, me gusta ese tatuaje que te has hecho.” No me hice ningún tatuaje. Saca un espejo, no sé de donde y lo pone a la altura de mi hombro derecho, en la espalda, y me hace girar la cabeza. “¿Hace cuánto tiempo que no te ves la espalda?” Y se ríe, se burla de mí. Pero es cierto, una pequeña pieza de puzzle está ahí. No me lo creo, será un trampa, me muevo inquieta pensando que sería un dibujo en el espejo, pero no. ¿Cómo lo has hecho? Le digo furiosa. “No he sido yo, has sido tú, en una de esas noches de desvelo, que no sabes si realmente estás dormida o despierta.” ¡Mientes! Me estás engañando, yo no he podido hacerme eso. Sus carcajadas arañan el silencio de la biblioteca y yo me desespero. Esto no está pasando, me estoy volviendo loca. Vuelve junto a mí, se sitúa detrás, siento su aliento en mi nuca y me susurra al oído. “¿Si no fuese real sentirías esto?” Entonces siento como un cuchillo me desgarra la pierna, desde la rodilla asciende y la sangre comienza a humedecer mis vaqueros. Le miro. “No me mires a mí, has sido tú.” Miro el cuchillo, la mano y mi brazo... Asustada lo dejo caer al suelo. ¿QUÉ ME ESTÁS HACIENDO? Grito entre sollozos y me lanzo contra él.
La tormenta se vuelve más intensa, una fuerza ajena a mí me impide moverme de mi sitio, tampoco grito pidiendo ayuda. Me quedo ahí parada, a la espera de sus palabras, mientras la sangre empapa todo. El único poder sobre mi cuerpo lo tengo en mis ojos, le dirijo una mirada cargada de odio. “Mucho mejor así, tranquila, si quieres estar bajo mi tutela deberás ser menos intensa, al menos conmigo.”
La respiración entrecortada se va normalizando, acaricia mi cara y me estremezco, asiento levemente. Espero tus normas, quiero que empiece el juego.

martes, 13 de septiembre de 2011

Complot

Parece que cuando estás más decidido a hacer algo, más obstáculos ponen ante ti.
Con un claro propósito de estudiar me levanto a las 8. “¡Qué pereza! Con lo bien que estaba yo en la cama...”. Ordeno todo y me preparo para bajar a la Biblioteca. Son las 9, la cuenta atrás ha comenzado, y pensar que mañana a estas horas estaré ya en el examen... ¡Uff, qué agobio! Bueno, marcho. Un momento, ¡mis apuntes! ¿Dónde están mis apuntes? Después de volverme loca recuerdo que la noche anterior los había dejado guardándome mi sitio. ¡Genial! Ya he perdido media hora.
Llego y no estoy sola, dos chicos habían madrugado más que yo. Distribuyo el temario por la mesa y da comienzo la sesión de estudio. Miro por la ventana y me alegro de que llueva, así me resulta más sencillo. ¿Qué es ese ruido? ¿Por qué diablos se ponen a segar el césped con este día? El ruido es muy molesto, incluso teniendo las ventanas cerradas. ¿Es que no saben que tenemos que estudiar? Mejor ignorarlo y concentrarse.
Uno de los chicos decide descansar fumando en la terraza. Click, click, click... Su mechero no funciona y me empieza a poner nerviosa el ruidito. Por lo visto, el otro chico no fue capaz de soportarlo y salió disparado de la sala.
Un rato después todo estaba en calma. Así sí que se estudia bien, qué paz, qué calma, qué... ¿QUÉ ES ESO? ¿Son martillazos lo que oigo? Miro hacia la puerta y veo a un hombre arreglando el ascensor que lleva una semana averiado. ¡Qué oportuno! Se podría poner en otra planta...
El chico, que al igual que yo, se altera con facilidad, salió. El rostro tenso, la voz quería ser calmada: Mire, por si no se ha dado cuenta, estamos estudiando, así que por favor, ¿se puede meter el martillo por el...?, a cada palabra el tono de voz aumentaba... Y volvió la paz.
Creo que necesito un café. ¡Sólo cuesta 0'30! Algo bueno... No quiero azúcar, no encuentro el botón, ¿POR QUÉ NO SE LE PUEDE QUITAR EL AZÚCAR? ¡Anda, mira! Si está aquí... Je, je, no pasa nada, no pasa nada... Ya está listo y cuando vas a coger el palo para comer la espuma de tu capuccino te das cuenta de que no hay. Lejos de mosquearte te pones a pensar en si un palito costará 20 céntimos...
Vuelves al estudio y vuelven las molestias. Unos conversando en la puerta. “Bah, sólo será un momento...”. Un cuarto de hora después, casi sin uñas por la crisis nerviosa provocada, decides poner fin. Sales y te saludan sonrientes, pones tu mejor cara de perro y estallas: “¡QUIERO ESTUDIAR! (Piensas en lo raro que suena eso y sigues). Tengo examen mañana, ¿no podéis hablar en otra parte?
Todo era un caos, hasta el zumbido del ordenador de uno de los chicos resultaba un incordio. Se abre la puerta, entra y sonríe. Se te escapa un “¡por fin!” y sales del apuro con “he acabado este tema”. Se sienta a tu lado y ya pasó todo. En silencio se disfruta del estudio. Te acabas quedando solo, con una paz completa y aparece una niña. Se pasea y la madera cruje a sus pies, te mira y te habla en voz baja. Molestas igual, ¿sabías? No, los libros no son para ti “son de mayores” dice. ¿Esperaba encontrar cuentos? De nuevo sola y vuelve él.
[…]
Un descanso para comer y estar en el ordenador. Otra vez a estudiar. ¡Sola! Espero que la tarde sea mejor que la mañana... Clank, clank, clank... ¡NO! Alguien se dedica a jugar con los plomos, fantástico... Esta planta se ha quedado sin luz, menos mal que es temprano y se ve bien con la luz de la calle. Los chicos se revolucionan y arman jaleo en el pasillo. ¿Por qué se han puesto todos de acuerdo para impedirme estudiar hoy? No sé si recordaréis que ya una vez conté un “episodio de gritos”, pues se volvió a repetir. Luego que a nadie le extrañe que mi salud mental quede afectada.
Poco duró mi soledad, uno a uno fueron apareciendo en la Biblioteca. La luz había vuelto... Al rato se fue, nos miramos y uno fue a dar los plomos: todo arreglado.
De pronto todo parece más iluminado, ¿es el sol eso que asoma entre las nubes? ¡Qué se vaya! Y a ser posible, que se ponga a jarrear también para que el maldito jardinero apague la máquina del infierno.
A pesar de todo (toses, ¡alejad vuestros virus de mí!) quedó una buena tarde-noche de estudio. Aunque fue necesario otro café para resistir.
Recoger y volver a mi habitación. Ataque de histeria, me invade el pánico. Quedo en mitad de la habitación, en el suelo, en posición fetal y con un ligero balanceo. “No me sé nada, voy a suspender...”. Bofetada mental.
  • ¿Has estudiado?
  • ¡Por supuesto!
  • Entonces, ¿a qué tienes miedo?
  • A que las cosas salgan mal...
  • ¡Relájate! Si las cosas fueron bien en el primer cuatrimestre no tiene por qué ser ahora distinto.
  • Cierto, y he estudiado más...
  • ¡Pues ya está!
  • ¡NOOOO! Horror...

[Que esto pase rápido o me acabaré volviendo loca.]

Muero, de esta muero... Con la subida de tensión se fastidió el router: estoy sin internet (tic en el ojo).

lunes, 12 de septiembre de 2011

Lucha interior

El silencio se ve interrumpido, oigo el susurro de una voz en mi cabeza: “¡hazlo!” Pero yo dudo e inmediatamente aparece su contrario: “es mejor que no...”. Me pongo histérica y grito “¿QUÉ HAGO?” Toda la gente del bus vuelve su mirada hacia mí, les respondo con una mirada de profundo odio y al instante me da un incontrolable ataque de risa. No tardó en formarse un vacío a mi alrededor, todavía no sé a qué se debe...
A vosotros también os pasa, ¿verdad? Lo de las voces digo, es algo completamente normal. Tener un duende consejero en la mente puede ser muy útil, aunque a veces da problemas... Despierta mi lado pasional, me entran ganas de matarlo, pero a la hora de la verdad no soy capaz y siempre me arrepiento. ¡Ah! No se lo digáis porque igual se enfada, pero sospecho que es un poco bipolar.
Finalmente, tomo una decisión. Mientras la gente no me quita los ojos de encima me acerco al conductor. Le regalo una diabólica sonrisa y me mira asustado. Él traga saliva y con dificultad alcanza a decir:
  • ¿Quiere algo?
Reflexiono y contesto:
  • Ahora que lo dices... Sí, quiero conducir.
Tartamudea.
  • Me temo que eso no puede ser posible.
  • Oh, ya lo creo que sí...
Veo que se fija en algo que está a mi espalda, me giro y hay un tipo robusto.
  • Atención todos, aquí tenemos al héroe de la película.
  • Tranquila – me dice mientras extiende sus manos hacia mí con una clara intención de sujetarme.
Sin pensarlo le ataco, un fuerte mordisco que hizo que la sangre empezara a correr. Quedó desconcertado. Me vuelvo hacia el chófer, con voz suave y pausada:
  • Bien, ¿por dónde íbamos?
Entonces vuelve a mí el maldito duende “¡detente! Para esto antes de que alguien más salga herido, no tienes por qué seguir con esto.” Me desespera.
  • ¿Quieres callarte de una puta vez?
Llevo mi mano a la espalda y saco del pantalón una pistola, me apunto a la sien.
  • Esta vez no dudaré en hacerlo.


[Nota: Se me acabó la hoja, si queréis, continuará...]

domingo, 11 de septiembre de 2011

Siempre es lo mismo...

¿El mundo está en mi contra
o soy yo contra el mundo?
Sé que me repito,
siempre digo lo mismo...
Pero no me importa,
a mí esto me sirve,
plasmar sobre la hoja
todas mis inquietudes.

Cuando todo va mal
el miedo y el fracaso me persiguen
yo acudo a la hoja en blanco
y con los brazos abiertos me recibe.
Nunca me falla, nunca me defrauda ni traiciona,
no podría decir lo mismo de las personas.
Da igual, es cosa del ayer,
no del aquí y ahora.
El mañana me es indiferente
feliz soy en el presente.
Disfrutaré de este momento
que pronto va a desaparecer
demos tiempo al tiempo
para volver a desfallecer.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Renuncio

Porque mi opinión no cuenta nada: renuncio. Renuncio a la globalización con el monopolio del Inglés como idioma. Renuncio al capitalismo que nos hace vivir en una sociedad cada día más consumidora. Renuncio al supuesto sistema democrático en el que vivimos y a sus partidos políticos. ¡Son todos la misma mierda! Renuncio a sus leyes y a su desequilibrada justicia que permite que estén libres criminales y presos inocentes. Renuncio a su sistema educativo y a sus maravillosos planes, a su educación manipuladora. Renuncio a la prensa que cuenta lo que quiere como le conviene. Renuncio a la religión y demás formas de controlar a la gente. Renuncio a sus estúpidas modas. Renuncio a la Universidad que es un derroche de dinero. Renuncio a su profesorado que lo único que le importa es tener su plaza y que le paguen bien por ello. Renuncio a mi vivienda y a sus estúpidas y obligadas charlas de ascensor. Renuncio al transporte público que cualquier día conseguirá que tengamos un accidente. Renuncio a mi vida, a la vida prefabricada en la que nos meten al nacer. Renuncio a tus valores y a tu falsa moralidad. Renuncio al amor, a los líos de una noche, a las cosas sin sentido. Renuncio a seguir con algo sólo porque sea lo correcto. Renuncio a seguir mi instinto que sólo puede conseguir meterme en problemas. Renuncio a continuar esto.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Santander

Caminar bajo la lluvia,
sobre la acera mojada
y evitando los charcos.
Te acercas a la playa,
observas cómo la niebla
cubre todo y te impide ver
lo que tienes enfrente y alrededor.
Sin poder evitarlo
te aproximas
y llegas hasta el borde.
Te descalzas,
tus pies entran en contacto
con la fría y húmeda arena.
Caminas y ves
que vas dejando tras de ti
las huellas de por dónde has pasado
que con el tiempo se borrarán.
Asciendes a lo alto de las rocas
desde allí contemplas
a los valientes surfistas
enfrentarse al alterado mar,
a través de las olas.
Y te das cuenta,
aunque no salga el sol
puede ser un hermoso día
si sabes apreciar un bello paisaje.


jueves, 8 de septiembre de 2011

Trágica fatalidad

Simona tuvo un día pésimo, se podría decir que se levantó con el pie izquierdo. Se despertó con el golpear de la lluvia contra el cristal. Así empezaba otro día más, como otro cualquiera, con desgana debía acudir a clase. Sin embargo, eso aún ella no lo sabía, ese día cambiaría el resto de su vida.
Malhumorada soportó todas y cada una de las clases, no sin gran esfuerzo, pues en más de una ocasión sintió deseos de marcharse, se dieron muchas situaciones que propiciaban que lo hiciera, mejor no entrar en detalles. Por la tarde tenía que hacer una exposición oral, pero no pudo, no aguantaba más y se marchó.
Huyó de la Universidad como si fuese la muerte, bajo la lluvia y sin paraguas corría por la calle hasta que se tropezó con una baldosa suelta, con tan mala suerte de que era el final de la acera y quedó en mitad de la carretera. No fue capaz de levantarse, a pesar de que corría el riesgo de ser atropellada.
Se detuvo una furgoneta volkswagen T3 verde. El conductor al verla se apeó inmediatamente, fue hasta ella y la ayudó. La subió a su furgo y se fue a un parque cercano. Simona ni se movió en todo el trayecto.
El joven se llamaba Carlos, también estudiante universitario y al parecer, buena persona. Poco a poco la chica volvía en sí, lo primero que vio fue la cara de él y gritó. No, no era en absoluto feo, pero se asustó. Él la tranquilizó, que no se preocupara, no la iba a hacer nada, sólo quería ayudarla.
Hablaron. Sí, él era un completo desconocido pero le inspiraba confianza así que se desahogó y le contó todos sus problemas. Él también lo hizo. Misteriosamente habían conectado. Llegaron a la conclusión de que tenían que escapar, irse a un lugar mejor y, a ser posible, soleado.
Cuando llevaban una hora de camino con rumbo a ninguna parte encontraron un lugar ideal. Era un parque que comunicaba directamente con la playa, lo mejor de todo, en el despejado cielo azul brillaba un intenso sol. El joven sacó una toalla y la extendió en la hierba. Allí se tumbaron a charlar y a tomar el sol, parecía que se conociesen de toda la vida. Como si fuese magia, es sorprendente a la par que extraño las cosas que suceden a veces.
Por fin se sentían libres, despreocupados de su monótona y pesada vida. Se podría decir que habían alcanzado la felicidad. La desgracia les unió, ambos debían encontrar la alegría juntos, estaban destinados a conocerse y a compartir momentos como ese juntos. Así es como un detalle mínimo puede tener una gran repercusión en el resto de tu existencia.

Anochecía, así que volvieron a la furgoneta y la llevaron hasta la playa. El cielo estaba despejado y estrellado, era una noche estupenda. Abrieron el techo y se tumbaron en la parte trasera del vehículo juntos y abrazados, contemplando el firmamento, escuchando el mar revuelto.
  • No quiero volver nunca – susurró ella.
  • Tranquila, no lo haremos, nos quedaremos aquí para siempre.

Porque siempre es siempre, allí se quedaron, unidos el uno al otro para toda la vida, que fue breve. El mar se los llevó.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Feliz por vivir

No es muy frecuente
sin embargo, a veces ocurre...
Inexplicablemente se presenta
ante tus ojos se muestra
esa felicidad que te invade
y recorre cada poro de tu cuerpo.

Te inunda y se apodera de ti
una sensación de bienestar
contigo y con el mundo en general.

Será el buen tiempo,
amanecer con el sol en la cara
te provoca una sonrisa matutina,
cuesta que sea borrada.

Música para mis oídos,
espontánea alegría
efímeros amoríos
para cada momento del día.

Sé que habrá algo que lo estropee
siempre me ocurre lo mismo.
Sin embargo, esta vez, creo que será distinto...
Lucharé, tu mirada me mantiene.

martes, 6 de septiembre de 2011

Muñeca rota

Dulce muñeca de porcelana,
con vestido negro engalanada,
en un rincón,
en lo más alto de la torre,
desolada por la traición.

En aquella esquina,
llora lágrimas de sangre,
causadas por un dolor,
más fuerte que el hambre.

Sus ojos enrojecidos,
fulminan con miradas de odio,
sus labios para siempre cosidos,
desde el día del oprobio.

Se acercó una niña:
¡Por Dios, qué muñeca más fea!
No pienso jugar con ella.
Y ella pensó “será la única que no lo hace”.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Crónica de una moribunda exagerada II


La pereza se apodera de mí, en ese sentido Jigsaw me ha vencido. Los recuerdos se hallan difuminados en mi memoria. Lo pasé mal, me hizo mucho daño, pero luché y sobreviví, eso es evidente... Sin embargo, no escapé impunemente de sus perversos planes.
Cuando todo parecía ir perfecto, justo me dí cuenta, me había salido una extraña mancha en el lóbulo de la oreja izquierda. La noche anterior no tenía nada, pensé mientras no dejaba de contemplar el hallazgo en el espejo. Entonces comprendí, era una señal, él quería que supiera que volvería. Me había convertido en la nueva Amanda y él vendría a buscarme.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Mi cumpleaños

No quiero que llegue, no tengo ganas de que sea mañana, ¿para qué? Quiero congelar el tiempo, detenerlo en este instante, bueno mejor en este no, en cualquier otro de mis 18 años. ¿Cuando los tenía recién cumplidos? No, sin duda, no. Cuando eso había mucha gente importante para mí a la que yo no conocía, y estaba en Laredo, no quiero volver a eso. ¿Al verano? No gracias, tampoco lo pasé bien. ¿Entonces? Septiembre, el comienzo de la Universidad, de una nueva vida... A partir de ahí, el día que quieras, aunque siempre hay excepciones, o mejor una noche, sí, esto mejora, una noche de fiesta, cualquiera...
Sé que hay una forma de tener para siempre 18, está claro: morir. Pero no, todavía no me apetece, no he hecho nada importante. Además, esta madrugada me ví “Saw” en estos momentos tengo cierto aprecio por mi vida...
Sí, ya sé, está claro, ¿cómo no lo supe antes? ¡Me convertiré en vampiro! No os asustéis, sacaos de la cabeza “Crepúsculo” y meteos a Bram Stoker, “Drácula” eso sí es un vampiro. Sería perfecto, seguir con mi no-vida, para siempre 18 y hacer muchas cosas, ¡podría leer mucho! Sí, lo dejo, empiezo a desvariar, ya sabéis, la edad...
De verdad que me atormenta la idea de tener 19, es un número tan feo... ¡No me gusta! Y sin embargo, no puedo hacer nada por evitarlo, mañana vendrá. Y el día que me espera... Se espera de mí que sea amable, simpática, agradable y feliz. ¿Por qué? No puedo evitarlo, soy borde, tengo el carácter de un limón y no estaré feliz. Se supone que es mi día y no puedo vivirlo como quiera, estaría mal visto... Así que cogeré mi mejor sonrisa y a cargar con ella todo el día. ¿No te alegras? ¡Oh, por supuesto que sí! ☺☻ Soy un año más vieja, estoy encantada...

sábado, 3 de septiembre de 2011

Crónica de una moribunda exagerada

Dos días antes...
Bueno, se han fastidiado varios planes hoy, aún así, no voy a aburrirme... 12 y media de la noche, sola en casa (el dormido no cuenta), a oscuras, veré una película: Saw. Me pongo los cascos, me dirijo a la cama y me asusto, sí, en los créditos un fuerte ruido de tormenta que no me esperaba... Mal empezamos. Ni un susto, ni un escalofrío, nada durante todo el film. Interesante, me veré el resto en los próximos días, ahora ya es tarde y tengo sueño. Antes de acostarme, decido tomar un vaso de agua, pero tengo que ir hasta la cocina. ¿Y si aparece el encapuchado y me secuestra? No seas ridícula... Doy la luz, no pienso ir a oscuras, veloz, para mi sorpresa, no ocurrió nada. ¿Qué esperabas? Sólo es una película...
Pasadas las 2 de la madrugada, metida en la cama, con los ojos como platos y una voz en mi cabeza: “Hola Irene, hasta ahora has tenido una vida con privilegios, pero no has sabido valorar lo que se te concedía. Ahora es el momento de cambiar eso. Vamos a jugar a un juego: vivir o morir, tú decides”. ¡Déjame en paz, quiero dormir! Y me concentré en otra cosa, evitando pensar en la película, pero algo salió mal, en sueños, mejor dicho, en una pesadilla, tuve que enfrentarme a Jigsaw. Sí, es evidente que superé la prueba, ¡estoy viva!

Un día antes...
No tengo ganas de nada, estoy de mal humor, cansada, he dormido mal... ¡Vuelta a lo de siempre! Y pensar que ya lo había pasado. Por la tarde, me puse a ver Saw II, sigamos jugando... Nada que ver con la primera, pero aún así, aceptable.
Esa noche dormí tranquila y plácidamente, pero nadie escapa de los castigos de Jigsaw. El juego ha comenzado.

Día 1. Lunes.
Este juego no será cómo los que has visto hasta ahora, he decidido innovar, no estarás atada a ninguna máquina, tan sólo al tiempo del que eres esclava. Tendrás una única prueba que tendrás que superar si quieres seguir con vida.” ¿¡Qué es esto!? Me estoy volviendo loca, ¿de qué prueba habla?
Es entonces cuando los siento, dos pequeños mutantes clavados en mi garganta, uno frente a otro y se hacen notar como dos bolas en el cuello. En ese preciso instante se puede oír la risa del muñeco de Jigsaw, tan irritante...
Me recomiendan ir al médico, lo lógico, pero me niego. No podré pasar el cumpleaños como yo quiera, al menos, concederme eso, no pienso ir hoy al matasanos. Y pasó el día, las molestias iban en aumento, las ignoro, hoy no...
Como si fuese idiota, incapaz de no hacerlo, me veo Saw III. La saga va decayendo, aún así tiene algo, un punto especial.

Día 2. Martes.
Dormir y despertar. Mi garganta... Los mutantes se aproximan entre sí, empiezo a tener dificultad al respirar. Hoy tampoco voy al médico, mejor me voy de compras.
En el centro comercial, calor, malestar, me mareo, salgo a tomar el aire, ¿un bajón de tensión? “¿No piensas actuar? Dale un poco de alegría al juego, eres presa fácil, no tardarás en caer...” Se burla de mí. Esto me esta afectando demasiado, la imaginación me juega malas pasadas.
No espabilo, voy a por la cuarta. Describirla en una palabra sería fácil: desagradable. Y aunque en gran parte me da asco, soy incapaz de apartar la vista, no me pierdo nada.

Día 3. Miércoles.
¿Querías que actuara? Pues lo haré, me marcho a Santander, tan rápida como pueda... Y lo hice, como siempre que hay prisa, no faltaron obstáculos en el camino, ya desde la salida, pero los pasé uno a uno.
Al hablar con mi amiga me percato de algo, estoy perdiendo la voz, no puedo casi hablar... Nos reunimos con el resto y fuimos a nuestro destino para pasar el día. ¿Qué dices ahora? No puedes arruinarme el día... Me preguntan que si salgo de fiesta el sábado. ¡Por supuesto! Ya estaré bien, además, ¡salgo hasta mala! Un ligero dolor de garganta no me quita las ganas de fiesta, tendrás que esforzarte un poco más si quieres pararme.
Me recuerdan que quedamos a las 10 y media de la mañana para ir al Archivo. Es un poco pronto, pero bueno. Cansadísima, hasta las 10 no llegué a casa, menuda caminata, eso sí, mereció la pena.
Pasan las horas y decido avisar: no me veo capaz de estar lista para esa hora, ya llamaré cuando despierte...

Día 4. Jueves.
Duermo fatal, me despierto muchas veces. ¿Por qué? Si yo estaba cansada... Me desperté temprano, sin fuerzas para levantarme (¿te diviertes?). A la hora indicada una llamada perdida me impulsa a salir de la cama. ¡Vaya ojeras! Es que ni después de la ducha se me iba la cara de sueño...
A duras penas conseguí pedir el desayuno, mi voz cada vez más inaudible. Con un gran esfuerzo hablé por tlf, enseguida llegaría, pero ¿dónde estaban? Pregunté a una señora por la Biblioteca Central, con mi empanada, no me dí cuenta de que sus indicaciones eran erróneas, me estaba mandando a la Municipal, la cual conozco de pasar buenas tardes de lunes allí... Me desespero y me cabreo. ¡Anda! Pero si suena boikot. ¡Imbécil, es tu móvil! Le explico a mi amigo lo ocurrido, llegan a la conclusión de que lo mejor es ir a buscarme. ¡Maldita inútil!
Fantástico el Archivo, mal para hablar con los encargados, por suerte no iba sola, así que me ahorré bastantes cosas, aunque tuve que hablar. Me traen el documento que pedí. Yo me imaginaba varios folios, en plan antiguo... Y presentan ante mí una especie de caja de dimensiones considerables: protocolo notarial de Ramales de la Victoria, 1881, notario... ¿Y de ahí tengo que elegir un documento? ¡Muero! Observo la caja, me da miedo tocarla, ¿cómo lo abro? Gracias a mis amigos, me dí cuenta de que me la habían puesto al revés. ¡Eso lo explica todo! Tras abrirlo, se detuvo el tiempo, me perdí con los conflictos de testamentos, ventas, en una preciosa letra humanística, aunque a veces difícil de leer...
Pasamos algo más de una hora, a todo esto, yo soy la menos espabilada, mis amigos tenían documentos de una sola hoja, en fin... “Pequeñas diversiones...” (risa irritante) De todas formas, lo tengo más claro, sí, definitivamente, yo quiero trabajar ahí.
Y regreso a casa en el atardecer, con mis padres, aunque como siempre, por llegar tan tarde, nadie me recibe. Saludo a unos vecinos que me cruzo, no sé si me habrán oído, cada vez estoy peor...

Día 5. Viernes.
Me rindo, voy al médico. Estoy en condiciones de conducir, así que ni tan mal fuck off Jigsaw! Y como castigo, me tocan todos los payasos, no sólo en la carretera, si no de peatones (por su culpa tuve que forzar la voz para “gritar”, imbécil...). Luego una señora a la cual no conozco me para por el camino y me cuenta su vida. Siento ser así pero ¡señora, me da igual donde compre usted la leche! ¿Qué le pasa a la gente?
Por fin, mi turno en la consulta. ¿Qué me pasa? Pues lo de siempre, la garganta, malamente consigo hablar. A ver... Y el médico se echa manos a la cabeza. ¿Desde cuando llevo así? Pues desde el lunes... Un fuerte antibiótico, que encima me puede hacer daño he de tomar. ¡Genial! Aprovechando el viaje cojo algunas recetas. Receloso me mira el farmacéutico, ¿todo esto a su nombre? No son drogas, a mí que no me mire así...
Contenta, con la esperanza de que por tomar una de las cinco pastillas me voy a recuperar al instante... ¡Joven ilusa! No es tan sencillo. Comienza el malestar, me tumbo, no quiero hacer nada, vete a dormir, no quiero, me voy a la cama, me duermo... Y me levanto peor, la garganta reseca, no puedo respirar por la nariz, los mutantes han dejado una abertura mínima, no puedo comer, me duele hasta tragar la saliva...
Voy a por la V, a verte de nuevo, a tratar de entenderte...
Tú tienes fiebre. Para nada, digo con la cara colorada ardiendo de calor. 38'4. Pastillas, paños de agua fría y mimos de madre. Efectivo, la fiebre baja, pero los delirios ahí están. ¡Muero, muero! ¡Adiós mundo cruel!
Te resistes, pero el juego no ha hecho más que comenzar...”
Continuará.




viernes, 2 de septiembre de 2011

Para el Taller de Escritura creativa VII. Viaje al interior


Por fin, mi ahogada vida de continuo trabajo me da un día de vacaciones. He de confesarlo, me cuesta mucho tomármelo, no estoy acostumbrada a ello, pero mi jefe me ha obligado.
La gente anhela huir de las prisas, de la vida acelerada, yo no. “Será que soy al revés del mundo” pienso mientras preparo mi maleta. En ella voy metiendo las velas, el incienso, las sales relajantes, un mechero, un cuaderno y un bolígrafo.
Bueno, ya está todo listo. ¡Oh, no! Me falta la ropa... Bueno, me cogeré un simple vestido, algo que me dé libertad de movimiento.
He organizado mi día, necesito aprovecharlo al máximo y conseguir lo que me he propuesto. Para empezar, no puedo comer nada, debo estar en ayunas para tener la mente más despejada. Me dirijo al baño, allí comienza el viaje hacia mí misma. Como si fuera un ritual, distribuyo a mi alrededor las velas y las barritas de incienso mientras se va llenando la bañera. Me sumerjo en el agua con sales relajantes. Respiro profundamente, necesito pensar. Lo primero que me viene a la mente es el trabajo. En ese momento me suena el móvil: es mi jefe. Contesto veloz y me dice: te dije que descansaras, apaga el teléfono. Obedecí y, poco a poco, me fui alejando, ¿qué tenía antes del trabajo? Sí, me voy acordando, tenía una vida, una familia, pareja y aficiones. ¿Dónde está todo eso ahora? Noto que me empiezo a arrugar, es el momento de salir.
Me pongo el vestido y me voy al jardín que he creado en mi terraza. Me pongo música clásica, a un volumen que me permita alejarme del sonido de la ciudad. Comienza mi sesión de yoga. Toca centrarse en el cuerpo. Tras esto, me siento en la posición de la flor de loto y reflexiono sobre mi vida. Cojo el cuaderno y me pongo a escribir todo. Así me siento liberada, la excursión ha sido fantástica, me he encontrado a mí misma.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Para el Taller de Escritura creativa VI. Las vacaciones

No teníamos demasiado dinero y un amigo nos contó que hay gente que intercambia la vivienda para viajar a otros países. A mi mujer no le pareció mala idea, así que hicimos unas fotos de nuestra casa y las colgamos en un portal de Internet. Recibimos varias ofertas que fuimos descartando hasta que nos quedamos con una que cumplía nuestras expectativas: era una casita muy mona en Noruega y los propietarios, un matrimonio de mediana edad, posaban rubios y sonrientes. Intercambiamos varios correos electrónicos hasta que llegamos a un acuerdo: ellos volarían de Noruega a España el día que nosotros volásemos de España a Noruega, y lo mismo habíamos previsto para el regreso, de tal manera que no llegaríamos a conocernos personalmente.

Todo marchaba según lo previsto. En el viaje en avión, iba comentando con mi mujer la idea que habíamos tenido, que esperábamos que les gustase a los noruegos. Les habíamos dejado folletos y direcciones con sitios interesantes que no debían perderse. Nos llevamos una grata sorpresa al ver que ellos habían hecho lo mismo. Pero bueno, eso no lo descubrimos hasta que llegamos a la casa, lo que nos había resultado difícil puesto que nos perdimos.
A pesar de nuestra desubicación, disfrutamos mucho, conocimos sitios realmente fascinantes. Quedamos enamorados del paisaje.
Una vez en la casa, después de descubrir lo que nos habían preparado, nos paseamos por ella. Vimos sus fotos, su decoración y jugamos a imaginar su vida. Averiguar sus gustos, su forma de llevar el día a día. Y así pasamos nuestras vacaciones, viviendo una vida que no era la nuestra.
Con pena abandonamos el país nórdico, quedándonos con las ganas de conocer a tan interesante pareja, al menos en apariencia.
Tal vez el destino, o un malentendido con los horarios, hizo que al llegar a España viésemos al matrimonio en el aeropuerto, ellos a nosotros no, pero decidimos seguir con la magia, la ilusión de la imaginación, para que no se rompiese el encanto al conocerlos personalmente. Nos llamó la atención la cantidad de maletas que llevaban, para sólo ser un viaje de una semana.
Al llegar a nuestra casa se rompió el encanto. ¡Menudo desastre! Nos la habían dejado casi vacía. Encontramos una nota: “Nos ha encantado, cuando queráis repetimos”.


Nota: lo escrito en negrita no es mío si no de Marcos Díez Manrique.